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"... el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido"
Umberto Eco

LEIRO, Rodolfo Virginio

Rodolfo Virginio Leiro

Junín-Buenos Aires-Argentina


Su obra editada compendia más de 40 títulos, entre ellos:
* Auras y Estrías (poemas)
* Rimas en la fronda (poemas)
* Gotas en la piel del surco (poemas)
* Poemas olvidados (poemas)
* Pañuelo de bohemio (poemas)
* Dátiles de arcano (cuentos)
* El anillo de Ágatha (cuentos)
* Cuentos memorables (cuentos)
* La ladrona (novela)
* Juan S. Juan (novela)
* Una dama en la bañera (novela)
* El reloj (novela)
* Un espejo sin imagen (novela)
* El transplante (novela)
* Disco color plata (novela)
Ha integrado una veintena de antologías tanto en Argentina como en el exterior.

OBRA

SELECCIÓN POÉTICA

JUEGO

De una báltica gota emperadora
nimbada por un celio deslumbrante,
desprendías un aura fascinante
cual célibe diorama de la aurora.
Desde una ebriosa brisa soñadora
que llevaba la nube navegante,
yo trataba de hallar tu traficante,
el carmín de tu boca embriagadora.
La noción de un gacel me perseguía
por los fastos de gala serventía
siempre en pos de tu efigie sugerente
y mi pecho, en fragor se consumía
y en las tenues turquesas de mi vía,
jugaba con tu imagen en mi mente.


LA BICHA

Era el diario del rioba, chimentera,
la oreja siempre atenta que te bicha,
el secretito rojo que se espicha
y su oficio natal, casamentera,
el rostro de una activa espumadera,
cien ojos que te junan, que te ficha,
al lado del crespón o de la chicha
con su pinta de escarcha y de soltera.
Tal vez, gritó una vez su primavera,
vistió de percal fino la vereda
y tuvo su gavión tras de la tuna,
y en el beso escondido que se goza,
sus mejillas lucieron color rosa
y el loco corazón tuvo su Luna.


MANOS

Hoy que miro mis manos devastadas
por la gama estelar de su aventura,
surgiendo del frontón de la espesura
que fueron su destino de moradas;,
manos febles, otrora acariciadas
como salmos de orfebre galanura,
en garrafal encanto de ternura
quizás por otras manos codiciadas,
estas manos de afanes, esperadas
por ansias de febriles alboradas,
trofeo de su amable envergadura,
manos nobles, por rimas esmaltadas,
por ritos de vejez hoy maculadas
después de tanto amar, tanta dulzura,
contagiosas de verbo, enajenadas
en la propia humildad que las perdura.

SELECCIÓN NARRATIVA

ESMERALDAS

Todo empezó cuando mi amigo de la infancia, Lorenzo Omar Ceratto, a la sazón viviendo en Rosario, se llega hasta Buenos Aires en diciembre de 1992.
Lorenzo me llama por mi sobrenombre que me viene desde pequeño, “Fito”,
Así que, con su manera franca y aire preocupado, me dice:
¿A que no sabes una cosa, Fito?
¿Cómo voy a saberla si no me la cuentas?
Es que vos sos el único que puede creerme...
Largá el rollo, Lorenzo, no me hagas esperar.
Vos sabés que manejo un taxi.....
Que es ajeno, desde luego...
Así es. Se me pincha una goma cerca del Puente Grande que cruza el Río Paraná y al cambiar la rueda, me encuentro una piedrita verde, que mantuve en el bolsillo pequeño del saco durante mucho tiempo, hasta que posteriormente la llevé a mi casa y la coloqué en la caja donde guardo tus libros.
¡Vas a embrutecer la piedra, Lorenzo!
Dejame continuar....resulta que cuando recibí tu último libro, aunque no entiendo mucho.....
Es fruto de mi ignorancia, no de la tuya, Lorenzo.....
¡No me interrumpas! Fui a guardar tu libro en la Caja y me encuentro con la sorpresa que, unas doscientas piedras, para decirte exactamente, en número de 198, porque las conté, me deslumbraron a tal punto que no sabía si me había vuelto loco u que misteriosa mano pudo penetrar en mi pieza y dejar esa cantidad de piedras que no sabía para que podían servirme.....
¿Qué pasó después, Lorenzo?
Me fui a ver a un joyero que está a unas diez cuadras, justamente al que le compré los anillos cuando me casé.
El viejo todavía estaba hecho un pibe.
Lo consulté sobre el valor que podría tener y me dijo, simplemente:
Amigo, es una esmeralda perfecta....¿dónde la encontró?
Junto al río, le respondí, sin mencionar que disponía de una cantidad en casa.
Le pregunté: ¿Tiene valor?
De este tamaño debe valer unos quinientos dólares.
Casi me caigo de espaldas, Fito...
¿Y luego?
Que las tengo en casa y no se que hacer con ellas.
Pues véndelas, obtienes una buena suma, comprate un departamento, un taxi y dedícate a vivir tus últimos años sin estrecheces....
¿Y serán buenas todas las piedras?
Llevale algunas a tu joyero.
Me volverá a preguntar de donde las saqué.
Entonces, dirígite a una joyería mas importante y le mencionas que dispones de una cantidad de ellas, 198, que son producto de una herencia de familia que vendrían desde los padres de tus padres y como al joyero la explicación le resultará convincente, le preguntarás por el precio y si está cercano a lo que te cotizaron, vendes y listo....
Es que ignoro de donde vinieron....
Yo también. A pesar de lo que he leído, no tengo una certera convicción de donde provengo, pero como estoy viviendo, me las compongo para tratar de prolongar mi vida....
Tú tienes una explicación para todo, Fito....
Menos para mis problemas...piensa en lo que te dije.....
Es que el misterio me pone nervioso....l
No creo que sea para tanto...
¿Y si fueran robadas?
La que encontraste junto al río, fue seguramente extraviada por alguna persona, así que acepta las cosas como están....si las llevas a la policía, seguramente se quedarán con ellas, tendrás que dar explicaciones que no tienes y en concreto, pasarás un mal rato....o las dejas en la caja o las haces plata....me inclino por lo segundo, Lorenzo....
Así fue que don Lorenzo Omar Ceratto partió para su Rosario y una semana después me llamó por teléfono con crecida desesperación.
Fito ¿Puedes venir a Rosario?
¿Qué pasa, Lorenzo?
Es que al llegar a caso me encontré con que las piedras se han duplicado, ahora tengo unas cuatrocientas....
No puedo ir ahora a Rosario, Lorenzo...
¡Venite, Fito, por favor!
Un viernes a la noche me tomé el rápido a Rosario.
Nos encontramos en su cuarto y tuve en mis manos aquella enorme cantidad de esmeraldas, venidas de quien sabe de que ancestros de los profundos misterios que el hombre ha sido incapaz de develar....
Yo suelo cavilar mucho acerca de circunstancias inexplicables, pero cuando no encuentro un sendero de comprensión, me limito a dejar las cosas como están y procurar que el tiempo vaya levantando sus velos, como una sofisticada meretriz orgullosa de sus devaneos sensuales para tentar la avariciosa sensación del fauno que la contempla.
Azuzar los instintos primarios es quizás uno de los privilegios que hacen de la mujer una de las formidables asas de los atrayentes senderos del pecado.....
Vuelvo al cuento.
A la mañana siguiente, después de desayunar, nos dispusimos a contar las piedras.
Lorenzo desorbitó sus pupilas y estuvo a punto de desmayarse.
Sostuve como pude su formidable cuerpo y le pregunté:
¿Qué te pasa, Lorenzo?
A simple vista hay muchas mas piedras, musitó con voz apenas perceptible.
Ten paciencia Lorenzo. Vamos a contarlas. Sorprendente cifra: 812 esmeraldas..
Fuimos a ver un joyero. El lunes la cantidad de piedras no había variado. Aproveché para comprar una poderosa Lupa y un aparatito para calibrar medidas.
Perece imposible, Lorenzo, comenté.
¿Qué, Fito?
Exactamente iguales
Todas mantenían el mismo lujurioso brillo, idéntica forma y simétricas medidas, como si hubieren sido fabricadas por una máquina especial para cuidar los extremos milimétricos de su envergadura. Empecé a preocuparme.
¿Qué te parece, Fito?
Estoy sorprendido, Lorenzo.
Fuimos a almorzar.
Conversamos tratando de hallar una explicación.
Llegamos de vuelta al cuarto a las quince horas y nos encontramos con que las piedras preciosas se encontraban desparramadas por el suelo, que habían superado el contenido de la caja y en consecuencia, costaba caminar por la pieza.
Esta vez no las contamos.
Las colocamos en una caja grandísima que nos proporcionó el almacenero del barrio y nos dispusimos a dormir un poco.
Me despierto de pronto y llamo a los gritos:
¡Lorenzo! ¡Lorenzo!
Dificultosamente levantóse Lorenzo, apartando la enorme cantidad de esmeraldas que casi nos cubrían por completo.
¿Vamos! ¡Vamos! Le dije a mi amigo.
Estuvimos conversando en una esquina hasta las veinte horas.
¿Qué hacemos Fito?
Con mis dosis de antiguos entusiasmos para develar misterios, le dije simplemente:
Vamos a ver como están nuestras piedras....
Cuando abrimos la puerta, una inmensa cantidad de esmeraldas convertidas en aluvión imparable, nos arrojó al suelo, bajó por la vetusta escalera y como por suerte la puerta de calle se encontraba abierta, se perdió en el denso sofisma que forjaban las primeras sístoles de la noche...
No ha quedado una sola piedra para certificarla historia.

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