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"... el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido"
Umberto Eco

MORENO, Carmen

Carmen Moreno


Cádiz-España//Madrid-España


Libros publicados:
*Tocando el cielo (relatos, 2002) Quorum editores (Cádiz)
*Plano urbano (poesía, 1996) Quorum editores (Cádiz)
*Sombra mía (poesía, 2000) Sevilla
Asfalto bíblico (poesía, 2002) Aristas de cobre (Córdoba)
*La tregua de la piel (poesía, 2004) Diputación de Cádiz
*Más que morir (poesía, 2006) Arambel editores (Madrid)
*Como el agua a tu cuerpo (poesía, 2009) Vitruvio (Madrid)
*Cuando dios se equivoca (poesía, 2010) EH Editores (Jeres de la Fra.)
*Atlántico sur (poesía, 2010) Universidad de Cádiz

OBRA

SELECCIÓN NARRATIVA


EL TIEMPO EN SOLEDAD

Héctor miraba a su hija con ojos tristes, sin atreverse a hablarle, a decirle qué le deshacía la sonrisa. Le rozaba el pelo con sus besos y le pellizcaba con dulzura la mejilla, esbozando una media sonrisa que, la niña, aceptaba en silencio.
- Papá, siempre que me mirás se te quedan los ojos de chinito – le dijo un día la niña, encaramándose al sofá junto al padre.
- Sos tan chiquita, Soledad.
La niña acarició la barbilla del padre con su escueta mano de cinco años.
Pero, papá, ¿quién quiere una Soledad grande?


MI MANO SOBRE TU MANO

Aquella noche, por primera vez, sentí que se pare para toda la vida.

Cuando entré en su cuarto y la vi empapada en sudor, la besé en la mejilla y pasé mi mano por su frente. Busqué un vaso de agua en la cocina de harina y regresé para calmarla.

Lloraba con la desolación del silencio y me miraba pidiéndome perdón, como si el sueño nunca más fuera a regresar.

-No pasa nada, yo estoy contigo. Duerme.

Y los nueve años pensando que estaba a salvo se convirtieron en la certeza de que también mamá tenía miedo de que hubiera monstruos en el armario.


SELECCIÓN POÉTICA

IMPERFECTO

Recuérdame cuidando las miradas,
los ojos que enfermaron de mirar,
recuérdame lamiendo las pisadas
de unos pies tan cansado de llegar;

bebiendo de este hueco de tu mano,
el veneno resume nuestro amor,
tan despojado ya de mí, tan vano
como el aire que dicta mi dolor.

Amando a aquel que me parte el alma
con golpes que envenenan una vida
que dejo ahora mismo de sentir.

Y escribe los más tristes en tu calma,
dales a dios y al juez lo que te pidan.
Esta que llora, no muere más por ti.


COMO LA ESPUMA DEL MAR

No hay, sino esperar que cese el temblor
porque la casa sucumbe,

que se esfume el olor a muerte y

un dulce perfume a tierra mojada
se cuele por la ventana entreabierta,
mientras la estancia se queda en silencio

las gotas golpean el aire
como pequeños valses de crema de azúcar.


LA SALIDA DE ÍTACA

Te digo, Telémaco,
que aprendí entonces
que no nacen mares donde se siembra la sal.
Aré la playa
todo el tiempo que la necedad de aquellos,
por los que te dejo esperando,
cegó sus voluntades.
Pero, no pude.
No pude exterminar tu infancia
transformada en océano calmo
que se bate en retirada
desde tus pupilas tiernas.
Recordé mis minúsculos pasos
cuando ser re no era más
que un fluir extinto de los sueños
y me descubrí salvando tu niñez,
anteponiéndola a este reino
que me ha de ver partir.
Preferí la inocencia,
la que ya no volverá,
pero existió en mí como ahora en tus latidos,
a un trono que me pedía tu sangre.
No he de culpar a quien morirá
en la venganza que me procuraré.
El cadáver de Palamedes
me mostrará el camino de vuelta.
Me adentraré en el océano que nos mira,
rasgaré las mareas y los vientos
y, un día,
sin que tus años, que caerán
ajados por los fríos,
se den cuenta,
regresaré a tu lado
y acunaré tu vejez.


PRÓLOGO

Para cuando regreses
te dejo la luz despierta
y este corazón
dibujado en la fachada
para que reconozcas
la casa encendida
y no tengas siquiera una duda
y entres como siempre
hasta donde mis brazos
se convierten en tu torso

para cuando vuelvas
he alquilado una melancolía
para hablarte del amor
y sus dioses
de las dignidades del cuerpo
tendidos en otras pieles
de los deseos y sus alrededores
o tal vez
de las cartas que aún guardo
en mis bolsillos

para cuando regreses
estaré llena de oportunidades
y tendré los dedos
cubiertos de la espera aprendida
y pediré canciones
o cantaré para tu sed
y será el tiempo un malestar
diluido en tu presencia

para cuando vuelvas
habré tenido algunos sexos
y muchos ojos
y alguna duda
que cambiará de parecer
cuando oiga tu perfume
avanzar por el pasillo

me habrás dolido cada noche
habré rezado
yo que no rezo casi nunca
habré entendido que sólo por ti
vivo y disimulo los fríos
que se incrustan en mis labios
habrás devuelto aquella presencia
que me desdecía cada instante
en unas caricias que no eran mías

y seremos entonces
como debimos serlo
un único sombrero
una letanía perpetua
un querer estar queriendo
un saber que estás aquí
un deseo de que sea para siempre
aunque siempre no exista
más que en mi voz
una eternidad mientras dure

para cuando regreses
para cuando vuelvas
para que sepas
que jamás desesperé


YA NADA ES LO QUE ERA

Los recreos de aquel tiempo,
las carreras por el pasillo,
los sábados de juegos de siempre,
los amigos de cromos,
la risa en el espejo y el baño,
los charcos profundos
que cobijaban el Titanic y la Atlántida,
los pequeños pasos,
los misterios de las niñas,
el mar con el que luchaba abiertamente,
las monjas castigadoras, tristes
y el bocadillo de chocolate
recortado a ras de onza,
la sabia estupidez que me llenaba la boca,
las manos extendidas hacia el Oráculo,
el sherif que pude ser,
la niña de entonces que fui,
los cines en Navidad,
las galletas de canela al peso
de camino a una playa
que se ha hecho eterna en mi piel,
el desamparo de irme alejando
de cada una de las ventanas
que se asomaban a una plazoleta
de patines y balones...
... ya nada es lo que era.


I

No es que tus ojos ya no me pertenezcan,
es que, de repente,
me dio miedo la soledad conmigo.
No es que tu sombra no me haga bien,
es que mi música, de pronto,
me pidió cuentas desde la ventana y,
después saltó al vacío con un ramo de flores.
No es que me evada del mundo sin ti,
es, tan sólo,
que la estación estaba tan lejos...
Es por ahorrarte el tiempo que no tienes,
que me fui vaciando en todas tus palabras
y andamos escondiendo la cara
en el hombro ajeno
y, así,
con los pasos heridos de silencios
el camino se hace lento y pesado
y yo prometí que el nuestro
sería un baile eternamente.


II

“No al limbo de los que
nunca estuvieron vivos.”
Haraldo de Campos

No al limbo de los que
nunca estuvieron vivos,
de los que jugaron a ser
dios en los infiernos de sus días;
a los que marcharon por delante
dejando la retaguardia
transfigurada en un sumidero
por el que se fugaron las pasiones;
al tedio de ir con la vida a gatas
mientras la muerte hacía aposento
en sus ojos;
a los que temieron amar
y el amor les dio la espalda;
a los que creyeron que el camino
bordeaba a otros seres;
a los que circuncidaban la fe
y salieron en penitencia;
a mí, aterida de miedo
en el limbo de los que
nunca estuvieron vivos;
a ti, alejándote con las sombras
para no saberte viva.


MAMÁ DECÍA QUE EL MUNDO SERÍA MÍO

Mamá decía que el mundo sería mío
si dejaba de morderme las uñas.
Ahora me muerdo la sangre
y el mundo se evapora
en el universo que me legaron sus manos.

Mamá dice:
“parece que te duele la mirada”,
pero yo apenas recuerdo
otra forma de verme,
de vernos.

Mamá me escribe en una servilleta:
“El desalluno está aí,
Coje la leche del frigorífico”
y yo me doy cuenta de que no sabe escribir,
pero no importa.

Ella me limpia las costras en mi ausencia
y yo la lloro para cuando no esté.
Mamá me susurra:
“Claro que no, mi niña,
tú no estás loca”,
pero yo sé que me miente
para que no me retuerza la lengua
y deje de balbucear palabras extrañas.
telescopio, tintineo, detritus.
Yo le cuento que me irritan las
palabras
y que a ratos
no sé quién es.

A menudo rindo mis rodillas
y me tiro del pelo y grito,
me castigo de hambre y
el miedo del que me escondo aquí,
en el baúl de los juguetes.
Este miedo que me apaga las luces
y me empuja contra mi náusea
me contagia de muerte.


CÓMO DEJAR DE ESCRIBIRTE


¿Cómo dejar de escribirte
ahora que sé que tus labios
son un tango,
malevaje de otros besos?
Mi mano desdibuja sobre el lienzo
todo cuanto inauguras.

Es verdad que el agua te diluye en aquellos momentos en los que tu dedo índice iba marcando mi espalda llena de escalofríos. Llega esta noche hasta mi sudor, que impregna esta piel cansada de manchar paredes con el rastro del olvido. Sube mis caderas y piérdete en la intemperie que ofrece este espejo que te señala como el único superviviente de tanta tristeza heredada.

Y que arrastres tus pies por la alcoba
o llegues, como un sueño,
en la calima del mediodía
porque no puedo dejar de escribirte.
No trazar más tu nombre
en el reverso de mis manos;
no seguir la grafía,
el indicio de tu cuerpo proyectado
en todas las baldosas
que desgasta mi lengua que te escribe,
que te escribe sin quererlo,
que promete que será la última vez
y yo sé que miente tanto...

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