Bienvenidos a este lugar de consulta sobre poetas, narradores y ensayistas de todo el mundo escritos o traducidos al idioma español.

"... el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido"
Umberto Eco

BOVINO MACIEL, Alejandro

Alejandro Bovino Maciel, médico psiquiatra y escritor.

Corrientes-Corrientes-Argentina//Almagro-Ciudad Autónoma de Buenos Aires-Buenos Aires-Argentina


Publicaciones:
12 libros, entre ellos 3 novelas, una en Alfaguara (en colaboración con Augusto Roa Bastos), otra en Barcelona y otra en Sao Paulo, Brasil.
Dirige la revista/libro semestral “Palabras Escritas” (Diálogo cultural entre Brasil e Hispanoamérica) Editorial Servilibro, 240 páginas.
Es Miembro a título principal de SAL-REDAL, institución de altos estudios de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad de la Sorbona, de París IV desde 1999.
Es socio de la SEA (Sociedad de Escritores y Escritoras de Argentina).
Ha sido catedrático de la carrera de posgrado de la UNA (Univ. Nac. De Asunción) en la asignatura: Patriarcado, historia y filosofía, en 2005 y 2006.
Catedrático de Psicofisiología y Psicopatología en la UCSA (Universidad del Cono Sur de las Américas).
Sitios en la red:
http://alebovino.blogspot.com/
http://www.librodearena.com/alebovino/blog
http://es.netlog.com/talomac/blog
E mail: talomac@gmail.com

OBRA PUBLICADA

7.1 “La salvación después de Noé”, Editorial Ocruxaves, ensayos y narraciones sobre temas de la Biblia, prólogo de Syria Poletti. 1990

7.2 Participación argentina en el libro “Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco” novela de 4 autores en torno al tema de la Guerra de la Triple Alianza con: Augusto Roa Bastos (Paraguay), Omar Prego Gadea (Uruguay) y Eric Nepomuceno (Brasil), Editorial Alfaguara en español, Editado en Brasil como “O livro da Guerra Grande” por Edit. Record, Río de Janeiro. 2001

7.3 “Polisapo”, cuento infantil escrito en co-autoría con Augusto Roa Bastos, Servilibro, Paraguay, 2002. En Ecuador: Libresa, 2005. En España: Editorial Laberinto, 2006.

7.4 “El trueno entre las páginas” (Conversaciones con Augusto Roa Bastos) Asunción, Paraguay, Editorial Intercontinental. 2002.

7.5 “Polisapo en el camino” (Versión teatral del cuento) Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2003.

7.6 “La bruja de Oro” (novela breve infantil) Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004.

7.7 “Prostibularias-I” (cuentos en co-autoría con escritores de Paraguay y Argentina) Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004.

7.8 “20 poemas de humor y una canción disparatada” (en co-autoría con Pepa Kostianovsky, Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2005.

7.9 “Diários de Um Rei exiliado” (novela sobre Joao VIº Rey de Portugal que trasladó el Gobierno a Brasil, cuando Napoleón hizo invadir Lisboa, creando en Río de Janeiro la primera metrópolis sudamericana en 1808) Publicada en traducción al portugués, Editorial Landmark, Sao Paulo, 2005.

7.10 “La Gallina y el Dragón” (novela para público juvenil) Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2006.

7.11 “Brujerías en Carayaó” (teatro juvenil) Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2006.

7.12 “Palabras Escritas” (como director) Revista-libro semestral de 240 páginas con obra creativa de autores de Brasil e Hispanoamérica y obra crítica de académicos de Francia, Canadá, EEUU, España, Argentina y Brasil referida a obras y autores sudamericanos. Va por el Nº 7 y tiene espacios en la red:
http://palabras2008.blogspot.com/
http://palabrasescritas.nireblog.com/es
http://palabras2009.obolog.com
Edita Servilibro, de Paraguay: www.servilibro.com.py

7.13 “El señor es contigo” (Investigación sobre feminicidio en Paraguay), Asunción, 2005.

7.14 “Comunicación, Literatura y Cultura para aprendizaje activo”, texto didáctico para la asignatura “Lengua y Literatura” del ciclo medio en Paraguay. Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2007.

7.15 Publicación de artículos de crítica literaria en revistas como “Repertorio Americano” (Univ. de Heredia, Costa Rica), “Iris” (Univ. de Montpellier, Francia), “Casa de las Américas” (Cuba) “Proa” de Argentina.

7.16 Publicación de la novela “Culpa de los muertos”, editorial Rubeo, Barcelona, marzo 2008. Prólogo de Jorge Carlos Guerrero, catedrático de la Univ. De Montreal.

7.16 Es Miembro a título principal de: CRIMIC
Centre de Recherches Interdisciplinaires sur les Mondes Ibériques et Contemporains
Université de Paris-Sorbonne Paris IV.

OBRA:

Narrativa:

LOS SUICIDADOS

La noche estaba vigilante como los perros, los dos sabíamos que estábamos encerrados en ella.

"Venimos a este mundo sin quererlo, nos vamos sin saberlo", decía madrina liando las chalas de tabaco, haciendo sus cigarros arrugados y oscuros como dedos que han escarbado la tierra mucho tiempo por eso cuando te conocí creí que venías hecho para mí, que no había otra esperanza que no fuera la de verte llegar. "Te esperaba", tu voz me arrullaba cantos dulces no como ese lastimero arranque del acordeón en la fiesta de San Juan con los fuegos crepitando allá, clavados en el cielo sobre las altas tacuaras para asustar el aire de junio. No necesito que me digan las adivinanzas, no necesito las pruebas ni las rondas. "El agua no miente", dice Adelaida y echa en la palangana los papelitos plegados con los nombres que flotan y se crispan en las ondas iluminadas por las fogatas, ella espera que se junten por milagro del santo los nombres que se quieren en la vigilia de San Juan. "El agua también engaña a veces", ya me decía la Sacristana esa mujer que todos dicen que nació siendo séptima hija y se hizo bruja. No sé si miente el agua, sé que mirándome en tus ojos veía claramente el cielo despejándose después de una tormenta. Tus ojos me aquietaban todos los gusanos que se revuelven en medio del pecho cuando viene la noche pero no trae el sueño con ella, esas noches muy largas de luna turbia.
"Estoy aquí, no me voy, siempre estoy", me decías para desagitar mi pecho.

Yo le desconfío a palabras como 'siempre' que se dicen aquí y allá y uno nunca ve algo que esté siempre en el mismo sitio, uno busca algo que dejó ayer y en su lugar encuentra un vacío, una ausencia que después se hace larga como las sombras del atardecer hasta deshilacharse en las noches.
Así de largas, interminables.
Las luminarias temblaban esa noche de San Juan con el canto hondo de esos pájaros invisibles que gritan en la oscuridad.
"Una amasa hijos en esta tierra dejada, una llena las horas vacías con sueños, una ve creciendo esos hijos que nos van a salvar después cuando crezcan. Esos hijos son toda la esperanza pero un día una mala enfermedad se lleva ese único tesoro, esa promesa. Una se queda huérfana de sus hijos y en vez de llorar con desesperación nos obligan a bailar y bailar por el angelito cuando una lo que quiere es agarrarse la garganta hasta sofocarse y morir, pero no, hay que bailar porque si una llora cada lágrima pesa en las alas del inocente y no deja subir al cielo", decía la Sacristana explicándose su dolor a cada madre que perdía un hijito, una y otra vez les recomendaba que bailaran, que salieran a la pista en el velatorio y bailaran al compás de esos lamentos del chamamé "eso también es una forma de llorar", les decía.
"Yo soy Antonio", me dijiste el día en que nos conocimos.
¿Hijo de quién?

Padre no tengo, nunca tuve. Herminio Gaúna es mi patrón, mi padre y mi respetado. Pero él nunca dice nada solamente me mira con esos ojos negros que siempre andan perdidos entre las cosas, sigue mascando su naco. Mi madre ya es vieja, pura piel quebrantada por el sol, cuando está en la chacra revolviendo los terrones sin descanso, cuando no está curando los vientos debajo del paraíso. Todavía debe de estar acunándose en el aire violeta de octubre lleno de la dulzura de las flores del paraíso y mamá cebándose el mate muy despacito como pensando en sus adentros repitiendo historias que se contaban desde el pasado. Cuando algún hijito se moría de esas cosas que existen aquí sin que nadie sepa qué es, la Sacristana repetía su cuento y después se lo traían a mi madre; era un sufrimiento ver ese cuerpito seco, envuelto en los pañales que mamá usaba para la mortajita blanca, después recortaba papel para armar las alitas y la Sacristana no dejaba de recomendar que sujeten el llanto, que las alas se mojan y no pueden subir los inocentes hasta el trono de Dios con las alas mojadas con el dolor de las lágrimas.

¿Si vive todavía mi madre? No sé si se puede vivir allá en las lomas donde está nuestra casa, más allá del camino de arena, cruzando esos potreros que dicen que son de don Gaúna, más allá, pasando el cruce de colonia Tabaí, ladeando el estero, está más lejos que ninguna casa, ahí solamente crecen cardos y espinillos y las vacas ni el agua amarga de ese estero pueden tomar, las espigas del maíz nacen como esos muertitos secas desde el vientre, uno ya sabe que no van a vivir mucho.

¿Conocés ese árbol que le dicen aromito? Mamá hacía ramilletes con las flores amarillas y colocaba el ramito entre los dedos de los inocentes fallecidos. Eso me acuerdo. El paraíso encerraba el viento, las hojas de abajo se sacudían con suavidad como si estuviesen rezando el padrenuestro sin despertar a los angelitos dormidos y los ojos de mamá tenían el mismo color que la madera, no sé por qué también en esos ojos yo buscaba la tranquilidad mientras jugaba en la tierra haciendo que araba y sembraba semillas de aromito. Si ella ya murió estará enterrada debajo del paraíso y los ojos ya serán del mismo color que la tierra.
Padre nunca tuve, solamente Herminio Gaúna, mi patrón desde siempre. Hoy me estuvo mirando mientras fumaba, nunca se sabe lo que está pensando pero siempre recela, eso se nota porque los ojos están inquietos yéndose de una cosa a otra sin descansar nunca.
Las lumbreras de San Juan se alzan alto, en las puntas de las tacuaras más altas, porque ese fuego no es para nosotros, es para el santo que anda por allí y no sabe lo que pasa en este pueblo. No quiero que llores más, Antonio. Acordate de lo que decía la Sacristana, que nuestros llantos no dejan subir las almas hasta la paz de Dios. Iba rezando esa noche desesperada, me pareció que la lumbre de los refucilos aparecía cada vez que me sosegaba, mi ánimo y la tormenta no me decían otra cosa, vi la muerte de los dos cuando te acercaste, supe que se terminaría todo, ya me habías dicho que si no era en esta vida, sería en otra pero que nadie te iba a separar de mí, cuando vi el machete tuve miedo, no tus ojos más oscuros que la noche me asustaron más, ahí no había paz ni siquiera para pensar. Vi las lumbreras quemando esos atardeceres que nunca llegaban para sofocar los temporales, ahora sé que el agua, el fuego y el viento pueden mentir, únicamente el dolor dicie siempre lo mismo, yo no dije nada sino que me acosté sabiendo que era la última vez, vi cuando pusiste el machete debajo del catre, después empezó a retumbar esa grieta que destrozaba el cielo y ahí se apagaba todo, hasta la tormenta.
San Juan habrá bajado en ese momento y sin llorar sobre nuestros cuerpos se habrá puesto a bailar, habrá bailado de tristeza hasta que amaneció, y no lloró porque no quería humedecer nuestras alas de papel, quería que subiésemos hasta Dios en medio de tanta miseria.

LA MEDIDA DEL OT0ÑO

“Y en mitad de la siesta se levantará el Bien, y será como la mañana. Y te acostarás y no habrá quién te espante. El ojo del malvado se consumirá y su esperanza será agonía del alma”. Job 11: 17-20

Vinieron cuando la luna cortaba el paso de las casuarinas. Yo les dije que de todas formas ustedes iban al galope, porque la tierra martillaba de caliente cuando me acosté a pensar que podía dormirme. Vas a cerrar los ojos, vas a rezarle a la Virgen y así hasta quedarte dormida, me dije. Pero los sueños son enemigos de los pensamientos.

Y esa noche todo lo que me habían contado de esos días del otoño volvía una vez, otra vez, ya se iba perdiendo en la lejanía pero no, otra vez volvía y volvía la misma vieja historia. Es hora de apagar el candil, dijo mamá que ya puede soñar desde que dejó que las cosas vinieran o se fueran según sus antojos, hay que ver que algunas cosas son caprichosas. Para mamá, todo era lo mismo. Hace tiempo dejó de pelear con las desgracias. Una debe de llegar a vieja muy cansada en este pueblo resignado.
No pude ver los caballos cuando ustedes se despidieron pero supe que galoparon sin cansancio en el retumbo de la arena todavía caliente desde que el sol de enero no paró de quemar un solo día, nunca termina de caer la luz quemada en las siestas de enero. Ya pasaron dos meses y sigue quemando, sigue latiendo de llamaradas aunque no se vean, se sienten quemándose. Yo les dije que ni aunque galoparan toda la noche sobre esa arena erizada podrían alcanzarlos. Uno de ellos me dijo: La distancia se acorta de noche. No sé cuál de ellos, eran muchos. Yo salí a mirar y en el callejón la arena seguía latiendo de calor a pesar de los cascos marcados como ojos oscuros. Todos tenían tacuaras y banderas rojas que ondeaban. Banderas rojas y tacuaras altas, ya sabrían ustedes lo que es ver esa revoltosa a medianoche y más si hay luna que quema como si estuviera el sol. De noche no pude ver mucho pero no hay necesidad de ver el rojo, se presiente porque donde está el rojo hay violencia, la sangre es roja y sin verla una ya sabe cuando está escapándose por una herida. El fuego es rojo. El otoño es rojo.
Isabel me acompañó hasta la capilla en la mañana. Otro se acercó al que comandaba y le dijo “está mintiendo, deben haberse escondido en algún sitio acá cerca”. Miraba el pasto y escupía mientras el caballo mordía el freno, inquieto en esa noche pesada. El otoño es rojo, Ventura no estaba en la casa, el sol seguía derritiéndose en el aire encerrado porque mamá había atrancado puertas y ventanas y el olor dulzón del jazmín se esparcía por la casa oscura.

Cuando guardaba las cobijas de invierno mamá dijo: Todo se está volviendo viejo aquí. No me dijo ni a mí ni a nadie, habló para convencerse ella misma, el olor de los jazmines se volvió ruinoso, cuando mamá hablaba de tristezas nombraba muy despacio, apenas se podía escuchar lo que decía como si el tiempo también desgastara las conversaciones que también se van avejentando, una se acuerda entonces que los sueños no envejecen y entonces sueña mucho, envejece soñando como sucedió con mamá.
Tal vez por eso no pude saber quién eras cuando viniste esa misma noche, solamente supe que venían huyendo porque los cuerpos les sudaban el miedo. Yo misma tuve miedo y no dormí pensando que después del sol de marzo vendría otro otoño y el olor de los jazmines seguiría descomponiéndose en el aire escaldado. En el camino hacia mi casa el olor a los jazmines hacía presentir cosas desgraciadas, Isabel caminaba molesta, casi no miraba por donde íbamos las dos.

Desde entonces no me gusta escuchar galopes de noche. Suenan como un corazón a punto de quebrarse, se llena de pena el pecho con ese ruido hueco, se presienten muchas cosas. Mamá quedó dormida en la mecedora seguramente, cerca de la alcuza. Seguramente por eso no supo lo que pasaba, Isabel corría al ver la humazón. Cuando más corríamos, más nos desesperábamos. Tuvo que forzar la puerta para entrar, llorando me arrastraba para buscar a mamá entre el humo que nos abrazaba, encontramos a mamá en la sala, todo ardía y las llamaradas atravesaban las paredes, se prendían a los travesaños como gatos enfurecidos, bajaban por los horcones hasta que todo cayó sobre nosotras: una lluvia de llamas.

En el techo se abrió una boca de fuego y más allá, los pájaros barriendo el cielo del atardecer: todo rojo. Las llamas rojas. El otoño rojo. El fuego subía, se lo podía sentir hirviendo en la sangre, los pastizales parecían muy viejos desde la ventana, ocres, ásperos como el viento del atardecer.
Supe que nunca pudieron alcanzarlos. Que iban a contratiempo. Mejor, así han de creer que ustedes todavía viven. Yo misma no me resigno a creer la verdad envuelta en el humo y el olor de jazmines como estoy. Y todavía creo que después del sol de marzo ha de venir de nuevo el otoño rojo como este atardecer que se desvanece mientras retumban los caballos de la siesta sembrando los redondeles de las pisadas que siempre se alejan. En este pueblo nadie vuelve, todos se van detrás de ustedes.


ENSAYOS:

LOS PECADOS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

Antes de proseguir con tanta herejía corriendo el riesgo de deshilachar el alma en el camino del error, propongo una breve estación en los pecados capitales, aquellas trampas de la fe que podrían conducir al alma directo al Infierno si no fuésemos capaces de detectar a tiempo el peligro.
Cuando llegamos al capítulo de pensamiento medieval en los manuales de Filosofía nos enseñan que San Agustín fue una especie de discípulo tardío de Platón, mientras Santo Tomás prefirió apoyar la “Summa” y el resto de sus escritos en la obra de Aristóteles. Es sabido que en la Magna Moralia (Ética a Nicómaco) el filósofo macedonio analiza las bases de la moral en la rudimentaria psicología humana que circulaba en esos tiempos, buscando los extremos de las conductas en el exceso o la carencia de las cualidades que nos adornan como especie. Por ejemplo, la acidia (pereza) es la carencia de voluntad para obrar.
Pero el censo inicial de vicios capitales (es decir aquellos que son la cabeza de otros males y corroen de muerte el alma humana) la confeccionó nuestro amigo el papa Gregorio I, el Magno. Antes de fundar el Purgatorio indagó quiénes podrían depurar pecados y qué faltas serían pasibles de perdón. La nómina de San Gregorio resultó ser el modelo para el Dante quien, siguiendo su plan trazó la arquitectura del Purgatorio y el Infierno de la Divina Comedia.
Los diez siglos que abarcó la Edad Media tuvieron como fuente de regulación moral las leyes divinas no habiendo códigos civiles ni jurisprudencia cívica con vigencia general. Las virtudes cardinales eran la fuente de la regulación ética, la Iglesia ocupó las funciones del Estado y el derecho canónico se hizo popular. Ofender a Dios era lo mismo que afrentar a la sociedad y recibía el mismo castigo.
1) Lujuria (en latín, luxuria)
2) Gula (gula)
3) Avaricia (avaritia)
4) Pereza (acidia)
5) Ira (ira)
6) Envidia (invidia)
7) Soberbia (superbia)
Lo primero que salta a la vista es la relativa inocuidad de algunos pecados si pensamos en sentido social. Poco me interesa que mi vecino fuere perezoso o lo acicateare la gula como hacía con Santo Tomás de Aquino de quien consiguió hacer uno de los hombres más obesos de su tiempo. Pero debería sentirme alarmado si tuviere cerca a una persona cruel y como me señalaba una amiga, la crueldad no está dentro de los pecados capitales. Antes que los papistas me lo reprochen, debo advertir que el 10 de marzo de 2008 desde el Tribunal de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano (delegación terrenal y oficinas del Purgatorio y el Infierno) el cardenal Girotti anunció que se agregaban los pecados sociales a los clásicos pecados capitales. Estos vicios sociales son: manipulaciones genéticas, experimentaciones en seres humanos incluyendo estados larvales como el del embrión, contaminación ambiental, causar pobreza, enriquecerse a expensas del bien común y consumo de drogas. Por alguna razón que ignoro, la crueldad sigue ausente en la nueva lista. Otra aguda observación que me hiciera Aída me pareció atinada: es peor la codicia que la avaricia. Por definición, codicia es desear bienes ajenos. Avaricia es apego excesivo a los bienes materiales propios. Para decirlo en términos simples, el avaro no roba, el que codicia seguramente está pensando cómo quedarse con mis bienes aunque debo advertirle: de mí, sólo obtendrá males.
No sé en qué pensaba Santo Tomás (seguramente en algún jugoso guisado o perniles jamonados) pero su censo es irregular.
Vayamos a los pecados capitales.

LA LUJURIA Y LA CASTIDAD

Si nos advirtió contra los vicios, al mismo tiempo, el Aquinate nos enseñó el modo de neutralizarlos. Contra la lujuria, no hay nada mejor que la castidad, el recato, las conductas decentes y la moda victoriana.
Lujuria es el deseo desmedido de naturaleza genital; su compulsión lleva a “horribles crímenes” de los que nadie está exento: sexomanía, adulterio, violaciones, estupros, sodomía, bestialismo, según consigna sin asomo de duda la instructiva e insobornable Enciclopedia Católica. Para el Dante la lujuria es “amar en exceso a los demás” dejando en un segundo plano a Dios, de Quien ya sabemos que es colérico, celoso, exclusivista. Lo siento mi querido Dante pero disentimos. Supongamos que en el mejor de los casos un amor “excesivo” hacia los demás llevare al pecado reiterado como hiciera con Francisco de Asís si la hagiografía no miente. No creo que Dios haya visto vulnerada su autoestima por este amor franciscano. Si lo que Alighieri quiere decirme oblicuamente es que la lujuria significa el exceso de deseo carnal hacia los demás estaríamos más cerca y creo que aquí Santo Tomás abandonó los patos trufados, las salsas ignominiosas, para señalar que si mi excesiva dedicación a lo sexual me llevare a usar al prójimo como medio y no como un fin, lo estoy pervirtiendo con mi actitud siguiendo el desmedido deseo de ayuntamiento genital. Quiero pensar que esta utilización del cuerpo ajeno como si fuese una bolsa dispuesta para mis manipulaciones es la ignominia que condena Santo Tomás.
La lujuria tiene por hijos a la fornicación, el estupro, el incesto, el adulterio, los pecados contra natura, la sodomía, el bestialismo sexual, la polución voluntaria onanista; con semejante parentela se hace más temida que una familia de la mafia siciliana.
La persecución de la lujuria siempre fue un apasionado vicio católico lo que llevó a mi amigo Juan Mujica (ex-seminarista) a bautizar al cristianismo como una religión “pelvicéntrica”; curiosamente en la Biblia, y por sobre todo en el Antiguo Testamento, el puritanismo está ausente.
Según la Divina Comedia, señalo, consigno, siguiendo la infatigable pasión que me arrastra hacia ese libro a pesar de mi agnosticismo teológico, los lujuriosos están condenados a caminar entre llamas, no podemos olvidar el episodio de Paolo Malatesta y Francesca da Rímini, aquellos cuñados condenados al Quinto círculo por lujuriosos y adúlteros. El pecado de Francesca ha sido amar más a Paolo que a Dios que prohibía esa pasión. El pecado de Paolo fue amar más a Francesca que a Dios, a su hermano y a sí mismo. Los excesos del sexo son conocidos por todos.

LA GULA Y LA TEMPLANZA

“El consumo inmoderado de alimentos hasta la saciedad buscando el deleite del hartazgo”, no podía sino ocasionar el repudio de San Gregorio Magno, hombre escuálido, enjuto y macilento, si hemos de creer a sus biógrafos. Comer fuera de las tres viandas diarias, cenar en fechas de ayuno señaladas en el calendario litúrgico, beber perjudicando la propia salud, mesas copiosas y extrema voracidad hacen sospechar que algún vacío interior estamos rellenando con estofados, risotos, barbacoas y merlot.
El omnisciente panóptico eclesiástico ve más allá del hecho crudo, sabe con firmeza que a las grandes cenas[1] siguen la lujuria, la blasfemia, el deshonor, la mancilla, el crimen organizado y la ausencia a los oficios matinales.
En el penatorio de Dante la glotonería se castiga haciendo sufrir a los penitentes su incontinencia: están junto a manjares que no pueden alcanzar ya que cuando estiran la mano o el tenedor, la Divina Providencia aleja las trufas, el cabernet, el jamón de Jabugo, los quesos franceses. Los dioses griegos sometieron a Tántalo al mismo castigo.

AVARICIA Y GENEROSIDAD

Avaricia es el anhelo desordenado de riquezas. Y nos recuerda las palabras del Cristo cuando dijo: “allí donde están sus tesoros tiene el avaro su corazón”. Son hijos de la avaricia el fraude, el dolo, el perjurio, la tacañería, la usura; con semejante familia uno ya busca la puerta para alejarse inmediatamente.
Como bien decía la suspicaz amiga, la avaricia es inocente comparada con la codicia. Una mezquina los propios bienes, la otra ambiciona los bienes ajenos, lo que la hace más peligrosa. Pero en la nómina de Gregorio se condena la avaricia que es, según la definición de San Francisco de Sales: “vivir en la miseria por miedo a la pobreza”. En todo caso es anteponer los bienes materiales (la casa, el auto, la cuenta bancaria y el sueño americano) a Dios que es fuente de todo. El siempre vigente Tomás de Aquino advierte que con la avaricia la gente condena las cosas eternas por causa de las cosas temporales; es un descrédito a la eternidad, un aferrarse al “carpe diem” romano del aquí y ahora en vez de pensar, como lo hace el cristianismo, que esta vida es transitoria y sólo una espera de la verdadera vida que está en el porvenir, ese futuro imperfecto que diseñaron los Padres de la Iglesia basándose en el escrutinio de la letra de Dios.

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[1] Por algo el arcipreste de Corrientes, monseñor López, repetía siempre “de grandes almuerzos y grandes cenas / están las tumbas llenas” tratando de aterrorizarme con la amenaza de la muerte. Nunca fui amigo de copiosas comilonas y yo diría que mi anatomía lo delata, mis pecados no pasan por el esófago en todo caso.


TEATRO

FIEBRE UTERINA

Melodrama informal de Alejandro Maciel. Versión 2003.

La señorita Elizabeth es una dama porteña muy venida a menos. Tiene un aire decididamente decadente; lo que se traduce en la ropa que alguna vez fue fastuosa pero se está deshilachando, los colores se han desvaído, da la impresión de descuido. Conserva el porte soberbio, camina pisoteando el orgullo de los demás, se mueve ceremoniosamente al principio, casi teatralmente. La grandeza perdida guía el permanente control que ejerce sobre sí misma, con mucha tensión, y que “se escapa” por las fallas desesperadas del alcohol, el humo, el sarcasmo hacia la sirvienta. Cada vez que siente una amenaza, acude al pasado glorioso de su familia. Siempre erguida, se mueve felinamente, como una gata furiosa que quiere aparentar serenidad. Tiene el busto erguido que daban los corpiños con armazones de la década del ’60: dos puntas casi filosas que el corsé de lycra o una tela similar contornea en todos sus detalles. Cinturón grueso, pasado de moda, un collar de perlas (falsas) dos vueltas, tacos altos, medias oscuras, aros y prendedores de gusto cutre.... la gloria del pasado mezclada al patetismo del presente debe reflejarse en el atuendo y la postura. Soberbia, altiva, voz tronante e imperativa, siempre. El actor o la actriz debe tener buen registro de tonos graves. Hablará con suave acento porteño sin exagerar. Párpados pintados con sombra color plateada, como lomo de sardina. Uñas bermellón, boca rosa-té.

Cuando comienza la obra, luz apagada, se inicia con la “Meditación” de Thais, de Massenet. La luz va creciendo lentamente un minuto y entra ella como quien viene de la calle, caminado lenta, majestuosamente, fumando lascivamente. Se quita la mantilla, va y la deja sobre una mesita donde hay santos, toca un retrato de Santa Rita y se persigna, después busca una petaca de caña 3 Leones que está detrás del retrato, le da un sorbo y vuelve a guardar la petaca detrás de la santa. Camina como quien reconoce su lugar. Dos veces se detiene un instante y se rasca bajo el corpiño con el dedo medio izquierdo. En escena hay un mueble destartalado y sobre él, un viejo Wincofón. Elizabeth va hacia el tocadiscos, busca un long-play de Lalo y los Descalzos y lo pone a todo volumen, cortando bruscamente el clima que venía trayendo Massenet. Por favor, que no se ponga a bailar: eso es lo que espera la gente; ella se limita a sentarse en un sillón lentamente, y fuma pensativamente extasiada como si estuviese escuchando la 9na. de Beethoven. Empieza hablando con tono fuerte, estridente. A medida que habla, la música empieza a bajar.

Eliz: ¡Roberta! ¡Alcánceme el frasco de ‘Acqua’ de Carolina Herrera!
(se toca la frente)
¡Pero si no sabe leer!
¡No se puede ser tan bruta, che!
(Se para, se pone tras el sillón muy nerviosa)
¡Cómo se le ocurre nacer en Mbocayaty!
No, si ya decía mamita:
“son pobres porque no tienen imaginación”
¡La puta que lo parió!
(Se levanta el bretel del corpiño, ajusta el elástico de la bombacha pellizcando el vestido, a cada rato se acomoda cosas en la ropa)

¿Sabe dónde nací yo?
¡Pero qué le voy a decir si ni siquiera conoce Ñeemby!
¿Qué hizo hoy para comer?
¡Estoy harta de sus borí borí!
Me llena de gases.

Y pensar que en Olivos teníamos sirvientes que hablaban francés.
(Grita hacia el fondo)

¿Adónde mierda se metió que no viene de una vez?

(Entra la criada, esmirriada y étnica, su aspecto debe contrastar absolutamente con la altivez de Elizabeth. Se mueve como autómata, sin pizca de gracia; se rasca la cabeza buscando piojos cuando la señora se descuida, aplasta entre las uñas los bichos que se extrae. Cuando corre un mechón frente a los ojos bizquea tratando de ver el piojo antes de aplastarlo entre las uñas. Después se rasca el sobaco, se huele los dedos, y se mete constantemente los dedos en la nariz sin exagerar la caricatura, la chica lo hace tímidamente casi sin darse cuenta, cuanto más disimulado, más efecto tendrá)

¿Adónde estaba?

(La criada, como si no escuchase, no responde nada, se limita a sentarse en un taburete con gesto mecánico y lerdo)
¿Por qué no me contesta?
¡No, si de tanto mirar las novelas venezolanas se me puso arisca!
Sírvame tres dedos de Ye Monks,
La botella que tiene los curas.
¡Siempre me olvido que es analfabeta!

(Camina de izquierda a derecha y viceversa con paso firma, haciendo sonar los tacos mientras la criada va a buscar el wisky. Se toca el pecho, se mesa los cabellos (peluca de nylon muy maltratada) y después se quita los guantes blancos.

Como doscientas personas en la misa, Roberta.
¡Todavía queda mucha gente decente, che!
Estaban todas las maestras de la polimodal.
A mi lado se sentó Mechita, la mujer del director técnico de Olimpia.
¡Viera el vestido de Gucci que tenía!
¡Gorda yegua, con esas mejillas rosaditas y el pelo blanco!
Idéntica al tipo del envase de Polenta Quáquer.

(Mirando fijamente a la criada que le trajo el vaso y se quedó esperando)

¿Por qué tiene olor a alcanfor cuando transpira?
No entiendo por qué me odia, Roberta.
La traje conmigo porque me preocupa su futuro.
Ya ve:
A los tres meses ya le hice tomar la primera comunión.
(Hace clin, clin con los hielos del vaso cuando ya tomó todo el wisky)

Ahora sírvame una medida de cogñac.
Papá decía que el cogñac evapora el wisky.
¡Él sí que era un hombre distinguido!.
Jugaba golf.
No quería saber nada de fútbol.
Pero ¡qué se iba a poner a correr con once negros catingudos en una cancha!
¡Un hombre de mundo!
Déjese de joder.
¡La puta que lo parió!
Hasta que lo trasladaron a la Aduana de Clorinda.
Ya ve, Roberta, el destino juega con naipes marcadas.
Usted está contracturada. ¡No hace relax!

Tiene que aprender a respirar.
Yo hice yoga como quince años,
Hasta que me empaché de comer lechugas.

(Se pone nuevamente de pie, ronda a la criada que sigue sentada en su taburete, indiferente a todo cuanto la rodea, como pensativa pero en realidad mirando el vacío)

No es feo su color.
Por lo menos no es negra.

(Empieza a fingir uno de sus ataques un poco cardíacos, respiratorios, estertorosos, se aferra a un mueble para no caer. La criada no hace la menor señal de ayudarla como si estuviese acostumbrada a eso)

¡Ay, ay, ay! Aaaaaayyy
Alcánceme las pastillas para el corazón,
Están sobre el bidet.
Me sofoco. ¡Aire! Necesito todo el aire del mundo.

(Se deja caer en el sillón, se sopla con una papel)

¿Encontró?
¡Qué va a encontrar si es tan bruta!
Tráigame una copita de Tres Leones.
Anoche soñé con mamá. Voy a jugar a la quiniela.
El 48 a la cabeza y a los 10
Si gano, le compro el disco de Juan Gabriel que tanto le gusta.
¿No se alegra? ¿No agradece?
¡Juventud perdida! ¿Adónde vamos a parar así?
Todos son una manga de narcisistas:
Se quieren llevar al mundo por delante.
¡Ya van a atropellar con Doblevé Bush, carajo!
Ay, cómo me duele la rabadilla.

(Suena el teléfono)

Alcánceme un Marlboro y atienda el teléfono.

(Criada se levanta y camina parsimoniosamente hacia el fondo alza y vuelve a bajar el tubo, ni siquiera contesta, trae el cigarrillo con gesto maquinal)

Si es papá, dígale que no estoy. No hablo con muertos.
Es de bien nacidos ser agradecidos, Roberta.
Quiero enseñarle algo que no sabe.
La patria está de pie porque hay próceres que sostienen esa grandeza.
Se lo digo yo, que soy pariente de no sé cuántos héroes.
¿Usted sabe cuántos murieron por su libertad?
Pero.... ¡catrollada de prójimos se dejaron matar
Para que usted ahora esté ahí, altiva, regia como una reina, libre!
¡Desagradecida!
Total, que los pobres militares ya murieron en su nombre.
Pero la juventud se caga en el pasado.
Ay, cómo me duele este juanete de mierda.
¿Usted sabe lo que fue la guerra de la Independencia?
¡Qué va a saber si nació en Mbocayaty!
No sea resentida.
Yo no tengo la culpa de que usted sea india. Sea cristiana. Perdone.
Setenta veces siete.

(Suena el teléfono)

Vaya, atienda rápido. Tráigame el espejito ovalado. Y el misal.
Hoy es el día de san Gil, abad.
¡Mire el almanaque!
¿Dónde metí las efemérides?

(Se pone a buscar en sitios insólitos, en el escote, vacía la cartera, busca bajo el tapizado)

¿Adónde, adónde está mi breviario?

(Queda pensativa un ratito, la criada vuelve y queda parada)

Anoche: me lo olvidé en el Bingo Guaraní.
¿Quién llamó? Ya sé, María Florencia,
ayer nos cruzamos en el salón de belleza.

(Ronda a la criada y la mira)
(Música: suaves acordes de una fuga de Bach)

¡Usted podría dedicarse a eso!
Tiene aire de peluquera. Es enigmática y ruda.
Y tiene cara de gay pasivo.
¡Barra un poco el piso, a ver si viene María Florencia!.
Ella me vive criticando. Tráigame el cepillo “Jabalí”.
Hoy leí en la revista “Caras” que se jubiló Lupita Ferrer.

(Espejo en mano retoca el maquillaje recargado, tipo putarrón)

María Florencia me envidia, Roberta.
Me busca la roña debajo de las uñas.
Critica todo. Barra bien, pase el trapo con “Fluído Manchester”
¿Dónde está mi “Angel Face?
No es como mi madre.
Ella era una mujer que no se metía en la vida de nadie.
¡Era gaucha mamita, eh!
La puta que lo parió.

De mí puede decir lo que quiera.
¡Pero soy virgen!.
Ningún hombre me tocó un pelo.
Mamita decía: “mujer tocada, mujer mancillada”.

(Se pone de pie, rodea a la criada)

Y usted, tenga cuidado: es joven
Aunque tenga olor a pólvora bajo el brazo
Los hombres siempre están pensando lo peor.
Cuando más viejos, buscan a la más joven.

(Se recorre el busto con las manos, se afina las caderas)

Lástima que no me conoció en mi juventud.
Antes de la dictadura.
Yo era la mujer más hermosa a 200 kilómetros a la redonda.
Venían de Chascomús, de Trenque Lauquen, de Choel-Choel
únicamente para verme.
Me ofrecían matrimonio embajadores, hacendados,
¡Ministros de la Corte me hacían la corte!.

Un día vino a cantar al club Leo Dan
Y me dedicó “dime, dime, cuál es la forma de encontrar tu amor?”
Tía Sarita, que era diabética, se meó encima.

¿Por quién votó en estas elecciones?
Ya sé: no me lo diga. El voto es secreto.
¿No se da cuenta?
Usted es libre.
¡Cante, celebre la alegría de haber nacido libre!
¡Puede decir lo que quiera, tiene libertad de opinión!
No hay censura previa.
¿Sabe lo que significa?
¡Que usted, que es bruta, puede elegir al Presidente de la República!
El Presidente es su empleado, Roberta.
Le voy a contar un secreto: yo soy de escorpio.
El cosmos, Roberta, puso todos los puntos y las comas
En el libro de nuestras vidas.

Ponga un mantel en esa mesa del líving-room.
Mamá decía: “hay que vestir hasta las mesas de luz”
¡Era gaucha mamita, eh!
La puta que lo parió.
Sírvame un vasito de Fortín etiqueta negra.
Ay, me viene de nuevo la crisis

(La criada se limita a mirarla indiferente, ni siquiera amaga socorrerla, sigue sentada quitándose liendres del pelo)

Ay, algo me escalda, me cuece viva

(Exageradamente, se retuerce)

Son llamas infernales. ¡Fuego, fuego demoníaco!
¡Me ataca el diablo, Roberta!
Ay, ay, la puta madre que lo parió!

(Se revuelca en el piso, se sacude)

Ahhy, ay, auxilio, la puta madre que me retuerce...
No puedo más.
Es un espíritu satánico,
Tráigame el escapulario de San Pantaleón.
La Virgen desatanudos...

(La criada permanece absolutamente indiferente...ella se levanta como si nada)

Es... ¡escéptica!
No cree en nada.
Me podría violar Satanás en persona que usted ni fu ni fa.
Tengo pensamientos obscenos, Roberta.
Se me aparecen hombres desnudos. Cremas vaginales.
Penes inmensos como árboles. Sueño continuamente.
A veces estoy como Hansen y Gretel
Perdida en una selva de penes.
Siento olor a vaselina.
No se de dónde me vienen esas porquerías a la cabeza.

(Se acomoda el bretel, se abanica con las manos, se rasca la entrepierna)

Yo soy de buena familia.
Nunca fuimos peronistas.
Si yo no hubiera nacido hubiese jurado que mamita era virgen.
Tenía ese porte de virgen.
Caminaba cerrado.
Dormía con las piernas juntitas.
Pero papá era vasco; testarudo, dále que te dále
Hasta que consiguió penetrarla
¿Dónde dejé los cigarillos?
La veo tensa. Muy “yin”.
¡Mis sedantes! Es hora de tomar mi Solpán 6.

(La criada se va parsimoniosa a buscar el medicamento)

Cuando tenía 17 años conocí un alemán.
Inmenso como Schwazzenegger.
Todos los jueves me mandaba un ramo de rosas.
Mamita me dijo: “las flores son el sexo de las plantas. Ese hombre te manda sexo”
Papá no lo recibió porque estaba durmiendo la siesta.
La puta que estoy sola, che.

(Ronda de nuevo a la criada, ésta entrega el comprimido y se sienta)

¿Tiene fantasías sexuales?
Yo era como usted, narcisista.
Mi psicoanalista me dijo “así no se puede amar”
Mi Ello amaba a mi Yo. Y la energía mental pasó al cuerpo.
Me estropeó la cadera izquierda.
Estuve con la pierna semiparalizada 3 meses.
En la iglesia ya empezaban a decirme “la renga”
Hasta que soñé con el Padre Llamas
Que me curó en una misa de sanación.
¿No quedó un poquito de 8 hermanos por ahí?
Yo soy platónica.
Mi carne siente las pasiones de la tierra,
Pero mi alma desea el cielo, Roberta.
¿Usted cree en la reencarnación?
La Couchonal me tiró el tarot marsellés
Y me dijo que en otra vida fui María Antonieta.

(Llaman a la puerta)
(Fragmento de un tema de Carpenters)

Vaya, atienda por la mirilla.
Si es la vendedora de Avón dígale que quiero un talco Wild Country
¡La mierda que estoy sola, che!
Siento un vacío acá adentro.... me hace mierda...

(Vuelve la criada con una carta)

El coronel Grinzt, que fue intendende de Morón
Quiso abusar de mí cuando tenía 19 años.
Un 25 de mayo, en la plaza, en plena Fiesta Cívica
Yo lo perdoné en nombre del Cabildo Abierto.

Yo era hermosa.
Tenía la piel suave y nacarada, como una diosa.
Me pintaba un lunar acá (señala sobre la boca)
Tenía 105 de busto.
¿Cómo se iba a resistir el pobre hombre?
Estuvo a punto de chuparme acá, la yugular
Cuando vio la medalla de santa Teresita y quedó paralizado.
¿Era papá el que habló esta mañana?

(Criada la mira, desafiante por primera vez)

No, perdóneme, no sé lo que digo.
Estos mareos....
¿Quién me escribió la carta? A ver...

(Criada le pasa el sobre)

Tía Piedad.
La hermana soltera de mamita.
(Lee en voz alta)
“Querida sobrina, se terminó nuestra familia.
Somos las únicas sobrevivientes. Y a pesar de nuestros desencuentros
La sangre llama.
Sé que traje disgustos en el pasado.
Pero no me arrepiento.
No quise avergonzar a nadie: solamente quise ser libre.
Espero que hayas comprendido: tu madre nunca me entendió. Nunca.
Es terrible vivir atadas a lo que los demás quieren de una.

(La carta se transfiere íntegramente a la Criada, quien sufre un cambio, del porte esmirriado pasa a lucir soberbia. Es una transformación que ocurre en el interior de Elizabeth pero ésta lo proyecta sobre la criada. Elizabeth nos impone su visión, nos asedia con su ilusión fantástica. Desde aquí los espectadores somos parte del mundo interno de Elizabeth que nos cambia la realidad. La Criada ahora es la tía Piedad, una mujer arrebatadora, segura de sí misma, libre hasta el desenfreno. Esto cambia la postura, otorga una voz persuasiva y enérgica, cambia el modo de ser de la Criada rústica en una mujer de mundo, refinada y altiva.
Roberta/Piedad:

Tu madre nunca admitió otra ley que su ley.
Y su ley estaba hecha para secar a una mujer.
Mi libertad siempre estuvo al borde, allí, casi a punto de caer
En el escándalo.
¡Siempre odié la estabilidad del sagrado matrimonio!
“El orden impecable de una casa sin pecado”, como decía mi hermana.
No, no, no y no. Yo nací para otra cosa.
Quería morder el amor allí donde se ofrecía.
Sin escribanos, ni jueces ni firmas ni público.
Pero mi hermanita quería otra cosa.
Quería un cura y el vestido blanco, y sobre todo la libreta
Del registro civil.
Ella siempre creyó en las palabras escritas.
“Lo demás, se lleva el viento”, me decía.
Mi hermana era como mi conciencia.
Noche y día vigilando mis pasos, mis miradas, mis deseos.

Elizabeth: No siga, por favor, tía Piedad. No... no me hace bien.

Piedad: Yo decía lo mismo. Me negaba a ver
La pared que tu madre había levantado
Para hacerme sentir vergüenza de mis pensamientos.
Para encerrarme en mis miedos.
No, mi querida: hay que aprender
A mirar de frente nuestras miserias.
Elizabeth: (Casi indefensa, como era la criada)
Todo eso ya pasó.
No hay que revolver el pasado.
Piedad: (Siguiendo sus pensamientos) Era el ojo de Dios.
En todas partes, a toda hora.
Implacable en su perfección. Y a mí algo me agitaba acá,
Algo tibio que me sacudía.
Por esa época yo conocí a Enrique. Fue vernos y desear.
Él era casado, pero a mí no me importaba.
Yo no quería un matrimonio, tener hijos, quedarme a esperar
Encerrada en mi casa, cocinando y cuidando jardines..no, no.
Definitivamente no.
Cuando veía a una mujer dando de mamar a un crío, me espantaba ¡Me daba asco!
Elizabeth: No siga, tía... no siga.
Piedad: A mí también me asustaba
Pero después acepté ser como era.... un poco desalmada tal vez...
Me miré en el espejo y me dije:
Te vas a quitar las últimas mentiras.
¿Qué quería ser?
Una buena amante en la cama de cualquiera.
Una recorre miles de kilómetros
Y al final, todas las camas son idénticas.
Pasiones pasajeras.
El instante es lo único que nos pertenece.
En un año pasan ¡tantas cosas!
Fue la última vez que lloré.
Pero tu mamita se dio cuenta, mi terrible hermanita
Se adelantó a mis intenciones,
Vigilaba como un dragón
A punto de vomitar fuego.
¿Qué podía hacer? Yo estaba desesperada.
Me enamoré de Enrique; de su vos, de su olor, de todo. Todo.
Era capaz de lo peor con tal de acostarme con él.
¡Se me ocurrió una idea! La calentura aviva los sesos...
le dije a mi hermana que me sentía muy confundida
“quiero que me ayudes”, le dije.
Le rogué la protección que ella me impuso
Desde que quedamos huérfanas.
Y mi hermana, la fuerte, la invencible, la omnipotente
Se dejó vencer por mi debilidad... (risa sardónica)

Elizabeth: ¿Cómo pudo hacerle daño
A alguien que la quería tanto?

Piedad: Hay amores equivocados, querida. Pero eso
No enseñan en las escuelas: se aprende rodando por los caminos...
Un marinero –con quien me acosté- que viajaba mucho me contó
Que en alta mar los arenques más indefensos, chiquitos
Como mi mano, viajan pegados a los vientres de los tiburones.
Sobreviven usando a sus asesinos como escudos.
Van pegaditos a la piel del enemigo, escondiditos, sin hacer ruido.
Por supuesto que el tiburón no sabe que lo usan... qué gracia..
Usé a tu mamita para que me protegiera de la tentación.
Ella creía estar defendiéndome con sus consejos
Y yo, libre de vigilancia me encontraba con Enrique
A escondidas para gozar cada momento.
¿Eso será el amor? Pasa ese momento
y quedamos más solos.. que nunca. Y después viene otro, y otro...
Todo fue muy tierno, muy romántico y arriesgado.
Pero el tiempo ya te habrá enseñado
Que la felicidad siempre anda apurada.
Una noche la mujer de Enrique nos encontró y como dice Pierina:
“todo se puede explicar, menos un condón usado”
Total: me convirtieron en un animal salvaje
Que las mujeres evitaban y los hombres perseguían...
Sobre todo los casados.
Y ahí vino lo peor porque tu mamita, mi única hermana
Me echó a la calle como si fuera una perra
Elizabeth: Mamá no pudo haber hecho algo así!

Piedad: Tu mamita era una mujer feroz. Cruel.
Llena de odios. Era...¿cómo decirte? Una arpía
Hecha de envidias y celos.
“Si yo no hago esto, los demás tampoco”.
Ella estaba hecha para asfixiar deseos.
Elizabeth: ¿Cómo no supe nada de todo eso?
Piedad: Tu mamita pensó en todo, querida...
Te aisló del mundo como a una muñequita en una vitrina
Para que el mal del mundo no te rozara.
Bueno, ahora que sufriste en carne propia..
Porque, ¡algo habrás sufrido!, ¿no?.
Elizabeth: ¿Está sufriendo ahora?
Piedad: No. Nunca me sentí demasiado culpable...
Tu madre me expulsó del Paraíso y tuve que rodar.
No sé dónde está el pecado todavía.
A fin de cuentas... amar a todos es mejor que guardarse un hombre
Bajo la cama con dos vueltas de llave (sonríe)
Tan mal no me fue. Un hombre me dejó una casa,
Otro un auto, otro una cuenta bancaria
Y por último, alguien me dio un apellido distinguido.
Ahora soy lo que tu mamita llamaría “una mujer distinguida”
¿Ves, querida? Una camina y camina creyendo
alejarse de lo que odia
y al final, el pequeño pescadito termina siendo el tiburón.
Elizabeth: No puede ser todo lo que me está diciendo...
¡No es verdad que haya hecho todo ese escándalo!
Usted es de buena familia...
No, no... mi tía Piedad murió hace tres años.... es un ensueño.
(La criada recobró su porte esmirriado, vuelve a ser Roberta sentada en su taburete, rascándose, con música de fondo del Grupo ‘ Mocedades’)

Habrá sido el Rohipnol que tomé anoche.
¿Qué me pasó?
Ay, hija, tengo los nervios a la miseria,
Sírvame un Gancia con Terma.
Esos yuyos me hacen bien a la sangre.
¿Son medicinas indígenas, no?
No lo tome a mal, no lo dije por usted.
¿De qué tribu es usted?
¿Diaguita? ¿Tehuelche? ¿Mataca?
¡Mataca!
Por eso tiene olor a ruda macho cuando transpira.
¿nunca se le ocurrió ser lesbiana?
Yo sería capaz de todo con tal de no estar tan sola.
No me tome en serio.
¿Sabe que una vez tuve un orgasmo
mirando un capítulo de “El Clon”?
(Tema de Vinicius de Moraes, suavemente)

¿Sabe bailar el samba?
Yo aprendí cuando viajamos al carnaval de Río.
Me tocó bailar con un mulato en el sambódromo.
Usted sabe que yo soy humana y noble, pura de corazón,
Me cambio la bombacha dos veces al día.
Soy una mujer sensible
¡Pero no me pida que soporte a un negro!.
¿Sabe que me mostró el pene cuando me elegían
“Reina de la Simpatía”?
Nunca más viajé al Brasil.
Usted tiene mal olor en las manos,
¿No se habrá estado manoseando mientras yo estaba en misa?
Le voy a contar la verdad:
No duermo porque tengo una picazón en las partes...
El médico me dice que es la menopausia,
Pero ése no sabe nada
Se recibió porque el padre es diputado.
¿Tuvo algún novio?
¡Qué me va a contar si es tan reservada!
A pesar de todo me cae bien.
(Se escucha un tumulto que viene desde afuera)

¿Qué pasa ahí? ¿Quién anda?
Vaya, mire por la ventana
Ay, qué desesperante son dos mujeres solas!
(Se acerca ella también a la ventana, se para sobre una silla)

¿Ve la ventana de la fotógrafa?
¡Está llena de bombachas!.
Mire, ahí, enfrente; se ve que estuvo de joda
El profesor de matemáticas.
Soltero, y tiene como 50 años.
Entran y salen las alumnas para repasar logaritmos.
Es un puerco, que se arrastra con cualquiera.
No lo salude en el pasillo.

¡Mire! Mire en el dormitorio de doña Mirtha,
¡está fornicando con su chofér! ¿No ve?
En la misma cama del marido.
Le está haciendo una flor de fellatio.
¡Pero qué puerca!
¡Nunca vuelvo a tomar un tereré con esa chancha!
¿Se da cuenta, Roberta?
Estamos sitiadas por la corrupción.
Somos dos vírgenes asaltadas por los vicios ajenos.
Le juro que vivo con unas palpitaciones, un sudor...
¡Tengo un soplo cardíaco!
Hay polución de hormonas en el aire.

Yo le siento olor rancio en el pelo, como de naftalina...
¿No usa el shampoo Plusbelle que le compré?
¿Vio el mundo de afuera, hija?

Le voy a decir algo
El mundo es un hermoso jardín abandonado.
Y todo por culpa de ésos...
(señala al público)
...profanadores de la carne.
Y nadie se hace responsable.
Allá en la esquina, fíjese bien, esa vanda
Está ofreciendo sexo explícito a los soldaditos...
¿No ve cómo levanta la pollera?
Está sin ropa interior.
Se le ve la pochola.
¡Grandísima yegua!
¡Esto se terminó! No puede ser que Enriquito Riera
se ría de nosotras.
¡Vaya a la calle, tráigame a la vanda!
(criada busca en el público a una mujer y la trae a rastras)

Hay que volver a la decencia.
Puros nacimos y puros tenemos que morir,
Como decía mamita.
¡Era gaucha mamita, che!
La puta que lo parió.

(ronda a la mujer que trajo la criada, da 3 vueltas a su alrededor y se hace un silencio de suspenso)

¡Pero si había sido un travesti!
Un hombre vestido de puta.
¡Sáquelo rajando, Roberta!
Pero ¡qué indignación!
Somos dos ángeles en Sodoma, Roberta. ¿Qué le pasó al mundo?
Cayó el Muro de Berlín. Es el fin de la historia.
¡Qué siglo de porquería!
Nada quedó en pie.
Ni siquiera el amor... ni eso...
(Se empieza a quitar todos los adornos superfluos, como quien se desenmascara, mientras empieza a sonar nuevamente la ‘Meditación’ de Thais, de Massenet)
Nada.
No dejaron nada. Nada de nada. Adiós esperanzas,
Adiós sociedad. ¡Sálvese quien pueda y a gozar!
¿Y el amor? Ni siquiera esa limosna,
Y necesitamos amar, somos seres desvalidos,
Incompletos... tenemos el deseo allí
(Señala la fuente de luz)
Ahí, tan cerca y tan lejos....
Como un sol que al mirarlo
Nos deja ciegas. Igual, tanteando las tinieblas...
Perseguimos la luz de ese sol.... encandiladas..
Toda la vida detrás de esa luz,
Y nunca llega... pero no importa,
Es la única promesa detrás de nuestra miseria...
De esta vida que se parece a la nada...
Comienza de la nada
Y termina en la nada.

El amor es la única ilusión que nos hace inmortales..
El amor.... tan poco, tan...
(Desde las sombras, Roberta asume una actitud tenebrosa, se para en un cajón o algo que la haga más alta, se yergue casi siniestra envuelta en una túnica oscura, señalando con el índice a Elizabeth que habrá quedado arrodillada al terminar su monólogo; Roberta es la madre ahora... la imagen siniestra de la madre fantasmal, música percusiva, timbales)

Madre: ¡Hija! ¿Qué estás haciendo ahí, arrastrándote
Como una cualquiera?
Elizabeth: ¡Mamá! Madre...yo le voy a explicar....
No soy lo que usted quería, mamá.
Soy una pobre mujer. Débil. Desesperada.
Madre: Yo te enseñé a ser fuerte con la palabra y el ejemplo.
Te enseñé a vivir con la cabeza en alto.
Te enseñé el orgullo.
Ahora exijo una conducta.
Elizabeth: Yo... no hice nada para ofenderla, mamá.. nada indigno.
Pero con todo eso... no soy feliz, mamá.
Peor todavía: seguí sus ejemplos y estoy sola.
Nadie me quiere.
¿Habré aprendido a querer alguna vez?
¿Me enseñó a querer, mamá?
Madre: Yo te enseñé todo, te enseñé el respeto
Y lo que significa dignidad.
Te enseñé a vivir como una mujer decente.
Elizabeth: ¿Y a querer?
¿Me enseñó alguna vez a querer de verdad?
¿Me enseñó a ser sincera?
Madre: ¡No seas insolente!
Soy tu madre y me debés respeto.
¡De rodillas!
Que me pidas perdón de rodillas.
Elizabeth: Yo no la ofendí, mamá...
Únicamente pregunté la verdad. ¿Me quiso alguna vez?
¿Me enseñó a querer de verdad?
Madre: ¿Qué otra cosa te enseñé toda la vida?
¿Qué otra cosa sino el amor y la caridad?
Elizabeth: Ah, entiendo... echó a tía Piedad a la calle
Por caridad....
Madre: Era una adúltera. Una cualquiera. Una puta
Que arrastró nuestro apellido por el barro.
Era una deshonra para todos.
Elizabeth: ¿Por qué? ¿Porque tuvo el coraje de amar y dejarse amar,
Sin condiciones?
Porque no le importó la condena de los demás?
De gente como usted, mamá. Jueces sin piedad.
Jueces. Yo no sé si hizo bien o mal...
Porque la educación que usted me dio
No me deja ver claro en el corazón de la gente.
Usted y su maldita educación para niñas bien.
Yo no sé querer. Acá tiene el resultado.
Una mujer seca, envenenada en su propia sangre.
Estoy llena de envidias y odios.
Soy una pobre infeliz encerrada en su trampa.
Y ahora estoy empezando a entender porqué no sé querer.
Porque nunca me quisieron, mamá.
Usted nunca quiso a nadie.
Madre: No te voy a permitir que ofendas
El amor que le tuve a tu padre.
¡He sido mujer de un solo hombre!
Elizabeth: De dos, madre. De dos.
Madre: ¿Qué estás diciendo?
Elizabeth: Que usted tenía relaciones con don Félix, mamá.
Madre: ¡Silencio!
Elizabeth: No era ningún secreto para mí. Primero las risitas cómplices,
Las miradas que se cruzaban.
Madre: ¡Falso! Basta de mentir...
Empecé a sospechar, mamá. Y no hay nada más peligroso
Que la sospecha de los niños.
Hasta que un día los vi, mamá.
Madre: ¡Mentira! ¡Falso! No es verdad.
Elizabeth: Y no eran besos nada más.
Madre: ¡Silencio!
Elizabeth: Eran manos entre sus piernas, eran lenguas
Que dejaban la baba en su cuello. Era sexo, mamá.
¿Eso era lo que tanto le molestaba de tía Piedad?
Que ella hiciera al aire libre lo que ustedes hacían
Escondiéndose en la mugre como ratas?
Yo sabía que era falso todo lo que me enseñaba.
Presentía un mundo de sombras
(Toma un cuchillo, como enajenada, tema de Igor Stravisnky)

Un mundo hecho de mentiras. Todas mentiras.
Una sobre otra
Como un palacio de naipes....
Por eso me lastima la perfección, mamita.
El amor debe ser perfección,
Pero yo solamente puedo ver apariencias.
Aprendí a descubrir lo que está escondido
Soy una experta en trampas y mentiras,
Y así no se puede amar.
Ésa es la lección que usted me enseñó con su decencia
Voy a cortar el mal de raíz, mamá.
Voy a matar la última esperanza
De ser feliz
Diciéndole todo lo que la odio
¡Hija de mil putas!
(Clava el puñal en las sombras, se apaga la luz, a toda orquesta el final del aria “Non piangere Liu” de la ópera Turandot, de Puccini)

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buena la la obrita de teatro