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"... el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido"
Umberto Eco

FAVARETTO, Silvia

Silvia Favaretto

Venecia-Italia


Libros publicados:
*La carne del tiempo (poesía-prima edizione Bogotà, Colombia, 2002, seconda edizione De los cuatro ventos, Buenos Aires, Argentina, 2004).
*La tetra Santità e il variopinto orrore (poesía-Penna d’autore, 2004)
*El sacrificio de la mar (poesía-WebMaster Mattia Bonora, 2006)
*Parole d’acqua – Palabras de agua (poesía-Ibiskos editrice di A. Risolo, Empoli, 2007)
*Entre la carne y las palabras (poesía-Atemporia, México D.F., 2008)
*La farfalla Rossella (prosa-Az. Osp. Santa Maria Degli Angeli, Pordenone, 2003)
*Narrative femminili cubane tra mito e realtà (ensayo-Ca’ Foscari, Venezia, 2004)
*Escritura Cicatriz (ensayo-tesis de dotorado, Ca’ Foscari, Venezia, 2006)

OBRA

SELECCIÓN POÉTICA

SERBARE (in memoriam)

Vivo la vita
ricordata dalla mia bisnonna.
Lei in me amò e deluse,
appese le viscere al vento,
spazzò il pavimento con i capelli.
I suoi piaceri tolsero la polvere dalla cassapanca,
si mise a letto con la mia stirpe.
Io, invece,
viaggerò con valige cariche dei suoi sogni,
sussurrerò all’orecchio
dei suoi amanti,
farò il bagno nell’acqua calda
che lei tanto desiderò,
mi laverò la sua faccia con mani
inschiumate di sapone prezioso,
mi metterò la crema sulle sue gambe
per idratarle dopo questi
cent’anni d’oltretomba,
mi dipingerò le sue unghie di
smalto scarlatto
e andrò a letto con i suoi progenitori.

Verrà il passato e
mi troverà morta
con i capelli sparsi nella polvere
e le dita dei piedi
smaltate di rosso.
E contenta, Dio mio,
contenta.

GUARDAR (in memoriam)

Vivo la vida
recordada por mi bisabuela.
Ella en mí quiso y defraudó.
Sacó las entrañas a colgar al viento,
barrió el piso con su pelo.
Sus placeres quitaron el polvo de la cómoda.
Ella se acostó con mi estirpe.
Yo, en cambio,
viajaré con la maleta cargada de sus sueños,
soplaré en el oido de
sus amantes,
me bañaré en el agua caliente
que tanto añoró
me limpiaré su cara con manos
espumosas de jabón fino,
me pondré crema en sus piernas
para hidratarlas después de estos
100 años de ultratumba,
me pintaré sus uñas con
esmalte escarlata
y me encamaré con sus progenitores.

Vendrá el pasado y
me encontrará muerta
con el pelo enmarañado en el polvo
y los dedos de los pies
esmaltados de rojo.
Y contenta, por Dios,
contenta.

POESIA

Nel silenzio
riposa la poesia.
Nel silenzio spento
della fiamma,
nel silenzio violento
del sangue,
nel silenzio immacolato
della margherita,
nel silenzio urlante
del dolore.
Riposa e io la sveglio,
per macchiare il foglio
e la coscienza.

POESÍA

En el silencio
descansa la poesía.
En el silencio apagado
de la llama,
en el silencio violento
de la sangre,
en el silencio inmaculado
de la margarita,
en el silencio aullante del dolor.
Descansa y yo la despierto,
para manchar la hoja
y la conciencia.

RIMESCOLO IL MARE DENTRO DI ME

Quando sarò angelo
vivrò nel faro...
Piangerò guardando le luci delle navi
allontanarsi nella notte...
Sentirò nostalgia
di emozioni mai avute...
Griderò imprecazioni al vento
(perchè gli angeli non hanno genitori)
e strapperò una ad una
le piume delle mie ali,
disperata e sanguinaria
per la cattiva sorte
che mi ha dato
meravigliose ali leggere
e un corpo
troppo pesante per volare...

AGITO EL MAR DENTRO DE MÍ

Cuando sea ángel
viviré en el faro...
Lloraré mirando las luces de los barcos
alejarse en la noche...
Sentiré nostalgia
de emociones nunca tenidas…
Gritaré imprecaciones al viento
(porque los ángeles no tienen padres)
y arrancaré una a una
las plumas de mis alas,
desesperada y sanguinaria
por la mala suerte
que me ha dado
maravillosas alas ligeras
y un cuerpo
demasiado pesado para volar...

SELECCIÓN NARRATIVA:

ADAM&EVELYN

Adam
Yo lo sabía, sabía perfectamente que tenía que terminar así. Hace tres años la amo, locamente, más allá de cada posibilidad humana, pero no alcanza. No me alcanzó nunca.
El hecho que no me pueda ver, su ceguera, me ha frustrado siempre: una cara increíblemente bonita y ojos apagados, sin posibilidad de reconocerse, de reconocerme en una imagen. Quién no conoce su propio rostro no tiene por qué temerle a la muerte. Y ella era así, hermosa, valiente, y ciega.
Evelyn
Lo supe, desde el primer momento en que tomó mi mano, que habríamos estado juntos toda la vida. Mis manos, mis pequeñas manos desgastadas, mi único modo de divisar la vida, los rasgos de las personas, la consistencia de las cosas, él las tomó entre las suyas. Como si por primera vez hubiera visto luz en la oscuridad que desde siempre me circunda, lo percibí. Su voz fue esto, el elemento más cercano a la luz que conozco y que soy capaz de percibir: la tibieza. Luminoso fue, y así lo imagino, el aliento que tuvo que salir de sus labios. Él me hablaba y yo resplandecía de luz reflejada, aun encerrada en mi oscuridad.
Adam
Han sido tres años de revelación con ella. No habría pensado nunca que una chica no vidente me hubiera hecho divisar los matices más intensos de todas las cosas. Describirle los colores de las flores, la forma de los caracoles, me ha permitido verlos de veras, por primera vez. Y ella no sabìa siquiera de ser tan bonita, tan maravillosamente perfecta, en los rasgos. Besarla fue un impulso irresistible, desde el principio, probarla, saber su gusto. Rozar los labios sobre aquellos párpados cerrados, silentes. Fue así que empecé a querer su cuerpo, a advertirlo indispensable para calmar mi ansiedad.
Evelyn
Con él fue la primera vez. No me asustó no verlo, sentía su cuerpo cerca, reconocí su olor, acaricié sus brazos sin temor, me dejé envolver en la sinfonía de carne que nos envolvió. Mi cuerpo nació con él, en aquel entonces. Creí hasta ver aquel minúsculo estallido de estrellas en la pelvis, un estremecimiento interior como una danza en las venas.
Ya no tendría miedo a la ceguera porque mi cuerpo estaba en sus manos. Quise ser sólo suya, conocer el mundo por inyección de sus ojos, sumergirme en el mar tibio de su abrazo, siempre, cada día, cada hora, hasta que la muerte no nos separe.
Adam
La muerte no nos tiene que separar. He desgarrado los análisis cuando ella me los pasó, para que leyera en voz alta. No le dije nada, pero entendió igual. Percibe que lloro sin ver las lágrimas bajar, aunque yo no emita un sonido. Es impresionante. Sonríe y me abraza con la aceptación de quien se lo habìa esperado de toda la vida. El odio que siento es tan fuerte que tengo miedo de mí. Ella me tranquiliza, me besa, me lame el cuello, hacemos el amor.
Evelyn
Pobre pequeño amado mío, no ha tenido el ánimo de leerme los análisis, pero yo ya lo sabía. El cuerpo que él me ha hecho reconocer, lo percibo ahora en cada latitud de su superficie. Lo había entendido desde hace tiempo, sólo esperé que la piel no se arrugara, quise quedar intacta para él, porque este cuerpo no es mío, es suyo, se lo debo. No me importa morir. Lo que me fastidia es que muera el cuerpo, que en cambio debería continuar vivo, con él, por él, como si fuera un trozo de sus elementos. No quiero esperar volverme fea, quiero que la ceguera también tome el alma pero que ocurra cuando mi carne todavía es suya, porque le corresponde.
Adam
La aprieto como si la quisiera ahogar y me da rabia, rabia que se la lleven. No sé qué pecado cometí, pero no creo que mereczcamos esto. Ella es paciente. Sólo, me dice, no permitas que este cuerpo que te he donado caiga en ruinas. Me sonríe y me hace una propuesta. Miro sus senos, su barriga blanda, las caderas claras, quedo impasible, la observo.
Evelyn
Sabía que aceptaría, él mismo sabe que es la única forma. De otro modo sería un desperdicio inadmisible. Yo soy suya, tengo que seguir siéndolo. Quiero vivir en él, respirar de sus narices, observar, a lo mejor, el mundo tras el cristal límpido de sus ojos. Quiero sentirme en la tibieza de su abrazo carnal y no en la tierra helada, bajo una lápida en un cementerio que no he visto nunca. Él es la única cueva conocida por mis ojos, en su tibieza reconozco mi casa, el lugar dónde quiero vivir para siempre.
Adam
Tuvo que ser así, no tuvimos otra elección. No podría permitir que la enterraran lejos de mí, no podría pensar nunca en su piel clara pudriéndose al frío, sin poder tenerla más en mí. Lo elegimos juntos. Sólo insistió en que quería estar consciente cuando empezara. Los primeros mordiscos le arrancaron algún quejido pero repetía “te amo, te amo” . Mientras yo más hundía los dientes y tragaba, más sonreía ella, temblando. La alfombra se inundó de sangre y yo la quería como nunca, aún más de lo que podría creer, la quise al punto de devorarla, de insertarla en mi cuerpo porque sólo así estaría en su verdadera morada, para siempre. Lejos de todos, mía, viviendo en mí.
Evelyn
Lejos de quién pudo separarme de él, ahora seré siempre, continuamente, sangre de su sangre, carne de su carne. Tampoco la muerte nos separará.

SELECCIÓN ENSAYÍSTICA

Es avergonzante la ignorancia de los italianos sobre latinoamerica. La mayoría de nosotros no sabría ubicar al Salvador en el mapa. Acostumbro, los primeros dìas de mis clases de cultura hispanoamericana, en Venecia, preguntarle a mis estudiantes por las capitales de los paises hispanoamericanos en un mapa mudo. Cuando tengo suerte confunden El Salvador con Ecuador, en los otros casos directamente apuntan hacia Chile y el cono Sur. Cuando se le revela que es centroamérica quedan como aturdidos, la información los confunde, no saben muy bien como ubicar el dato. La imaginación de los italianos se enreda en unas representaciones que mezclan el cuba libre a las playas de Florida, las mulatas dominicanas, Fidel Castro y la palmera de coco.
Confieso, que aun si con un poco màs de conocimientos por mi graduación en Lenguas y Literaturas hispanoamericanas que me brindaba por lo menos los versos de Roque Dalton y la dramática conciencia del reciente pasado de violencia, el soleado país centroamericano no era en mi imaginación muy distinto, paisajísticamente, de Cuba o Santo Domingo. En las agencias de viajes de mi país hablan de los volcanes, las playas, museos de antropología, jardines botánicos.
Por algún juego del azar, o por la menos metafísica y mucho más generosa función de "puente" llevada a cabo por mi gran amiga, la poeta Lauren Mendinueta, el Encuentro Permanente de Poetas del Salvador se interesó por mi obra y remitió hasta mi casa en Venecia una invitación para viajar a Centroamérica.
Los viajes llegan a nuestras vidas como nudos de significancia, como cruces de destinos que cambian definitivamente, pues de un viaje no se regresa nunca, o cuanto meno no se regresa nunca a como éramos antes de salir. Es así que un viaje al exterior se transorma en un viaje hacia el interior de uno mismo, pues cuando cargamos las maletas al óminbus, al tren o al avión, el fardo más pesado lo seguimos llevando encima: nuestros miedos, nuestros prejuicios, nuestra incapacidad de adaptarnos, en fin nuestra limitez de ser humanos. Sin embargo, el primer develamiento causado por el viaje es precisamente deshacernos de la carga infinita de nuestro enser: descubrimos que sabemos ir más allá del miedo, que los prejuicios por algo tienen mala fama, que la incapacidad es una excusa cómoda para cuando no tenemos ganas, que, en fin, límites no tenemos, salvo los impuestos por la piel, que como un envoltorio nos permite no desparramarnos en el suelo cuando nos investe la conmoción, la tragedia o la ternura. Los golpes que ya nos reservó la vida, como nos recuerda Vallejo, son mucho peores que cualquier dificultad de viaje. Y más si este viaje se cumple en Latinoamérica, tierra cálida y hospital hasta en los estereotipos de las agencias de viaje del noroeste italiano. Y más si este viaje se cumple en El Salvador y te espera Otoniel Guevara en el aereopuerto.
La permanencia que iba a llevar en Centroamérica era lamentablemente breve y placenteramente intensa de lecturas. Amo escribir, ya tuve la oportunidad de escribirlo y contarlo, inclusive en tierra salvadoreña, pero más allá que el momento íntimo de la composición de mis versos, de la tinta que corre en el papel apresurada, para que no se escape la fulminación, más allá que el privado momento en que logro recolectar, escritos encima de los pasajes del autobus, las páginas blancas vacías que terminan cualquier publicación, mi agenda y los escasos bordes blancos de los folletos publicitarios donde anoto constantemente apuntes, pequeños poemas e ideas, más allá de todo esto que es parte y fundamento del quehacer poético, la tarea que yo siento como suprema, como conclusiva de mi trabajo no es la edición, o la reseña, o la apreciación de la crítica, aunque sería hipócrita decr que las tres cosas no proporcionen un cierto contento cuando y si llegan, sino que el 'oficio de escribir', il mestiere di scrivere, tiene su paroxismo y su final deshaogo en la lectura pùblica y la confrontación con la audiencia.
En San Salvador se me dio la posibilidad en sobradas ocasiones de comprobar cuánto había logrado trasmitir al público, lo cual no termina de asombrarme.
Soy una mujer dichosa, lo reconozco. Primero de todo porque soy viva y lo percibo. Secundariamente porque aun cuando lo percibo con dolor he aprendido a no dejarle a la muerte demasiada ventaja. En tercer lugar porque me aman y amo, con todos los temores debidos y necesarios. En fin, tengo la alegría y el regalo de llegar a la gente, llegarle cerca, tocarlos con las palabras. Es lo único que pude hacer en El Salvador, lo único que de verdad me importaba. Por supuesto me quedo con las ganas de conocer el Lago de Coatepeque, los historiantes de Cacaopera, Juayúa, Cuscatlán, San Miguel y las otras maravillas que me han contado, pero no hubo tiempo para eso. Primero aproveché los ojos brillosos y las preguntas interesadas de las niñas del colegio INSTITUTO FRANCISCO MORAZÁN, una de las lecturas que más disfruté en mi vida. En cinco días hice lecturas en Santa Tecla, en el COLEGIO CRISTOBAL COLON, en el INSTITUTO NACIONAL de Quetzaltepeque, en la Universidad del Salvador, en el café literario OCIO y en otros muchos lugares que se encaudan en mi imaginación en la cálida sensación de la bienvenida, en la constante benevolencia que la gente toda que crucé en mi camino en los días salvadoreños me demostró. Por cierto los rostros de los niños y las niñas de los colegios, los dibujitos que me regalaron, los papelitos donde me anotaron sus direcciones y sus nombres son el recuerdo más grato. Ninguna geografía del mundo equivala un valle de sonrisa, las montañas de cejas asombradas de aquellas caras. Las muchas fotos que traje conmigo de regreso socorren mi memoria, me permiten guardar el recuerdo para las décadas futuras. Me fui con el fuerte deseo de regresar, por las muchas personas que quería volver a ver y por todos los lugares que no había conocido. Así debe de ser, siempre debemos resguardar lugares secretos, inconocidos, para fantasear con descubrirlos, regresar a ellos, maravillarse en su desvelo. Siempre es bueno saber que hay personas y lugares que nuestras pupilas todavía no han rozado y que nos esperan. Siempre hay que irse doliéndose de no haber visto algo.
Yo, si tengo que elegir mi lamentación para este vieaje, lamento no haber visto la Costa del Pacífico, en cualquier lugar donde vaya el mar siempre lo visito, es un tributo debido: soy veneciana, mi estirpe le debe su suerte al mar, sin su benevolencia no hubiéramos podido construir basílicas flotantes, mosaicos dorados, ni el livin donde aplasto, besándola y apretujándola demasiado a mi abuela, que con risa veneciana y palabrotas tiernas de nuestro dialecto me rechaza, dándome palmaditas en los brazos, hoy como todas las tardes de mi vida, desde aquel primer día en que me tuvo entre los brazos, hace veintiocho años. Hablo de Venecia y de mi abuela porque son la misma cosa: Venecia es mis dos abuelas, mis cuatro abuelos, mi pasado, mi memoria. Europa es lo antiguo, lo fijado por los años, tiene la seriedad de la sabiduria. Abrazo mi abuela porque necesito sentir el calor de su pertenecia, de mi pertenencia a ella. Pero el futuro no está en Venecia, ni en Europa. El viejo continente está cansado, esclerotizado en viejas costumbres fosilizadas en repeticiones vaciadas de sentido, puestos inalcanzables, esteriles formalismos, sectas que maniobran poderes estancados en el aburrimiento de las décadas. No hay nada vivo, nada late. En América latina pulsa la tierra. Siempre me estremece, cuando aterizzo en tierra americana, la textura diferente del aire, el espesor de la humedad, la distinta quemazón del sol, el color del cielo que es siempre una tonalidad más brillosa, un matiz más intenso que el cielo de mi patria, que sin embargo amo. Nací en Venecia, su gris aun se infunde en mí, soy del color de la laguna y de las columnas del Palacio Ducal: mis ojos han visto esos colores antes que cualquier otro. Sin embargo el rojo, el amarillo, el naranja de los países centroamericanos atrapa mi atención. No dejo de asombrarme frente a las flores gigantescas y de todos los colores que sólo aquí nacen, y que nada tienen que envidiarle a los rosedales implantados a fuerza en las macetas venecianas y en los jardines ceñidos por el cemento. Venecia tiene mucha naturaleza, casi siempre escondida: los jardines sólo se pueden ver sobrevolando la ciudad con un helicóptero, casi todos están escondidos en las partes traseras de los edificios del siglo quince y dieciseis. La vista desde lo alto es preciosa, sin embargo siempre se trata de una naturaleza contenida, domesticada: se le permite sólo rellenar ahí donde el hombre decide que está bien que haya un poco de verde. En El Salvador he visto los más salvajes jardines adueñarse de los caminos de cal de las casas, yerbas gigantescas meterse en los resquicios de las paredes, inclusive brotar de entre las hendiduras del asfalto, en la calle. La naturaleza tiene su lugar primitivo: el del mando. Por eso un viaje a Latinoamerica siempre me hace acordar a cómo es de veras el juego al que los hombres hemos estado invitados: no comandamos nosotros, la naturaleza siempre es más fuerte. Los dioses nos dejan Venecia como juguete, pero el mundo es de ellos, y hay que tenerlo en cuenta. Centroamérica me aviva de que estamos de prestado, de que la eternidad de Venecia es ilusoria, de que los palacios del siglo catorce se derrumban bajo el peso del olvido, del descuido, o del simple tiempo, mientras las caobas vuelven a brotar más y más y los volcanes nos toleran como huéspedes en la piel incendiada del mundo.
(publicado en Tresmil, suplemento cultural del diario CoLatino, San Salvador, El Salvador).

ERMENEUTICA MULTIMEDIALE A VENEZIA

Nell'ambito del convegno internazionale di letteratura comparata "A partire da Venezia: eredità, transiti, orizzonti. Cinquant'anni dell'AILC" si sono riuniti, a Venezia, autorevoli studiosi che hanno affrontato, sabato 24 settembre, tra le numerose tematiche, l'attualissima questione della rivoluzionaria presenza dell'ipertesto informatico nel mondo dell'arte. I principali protagonisti dell'acceso dibattito sull'impiego dei nuovi "media" e della loro influenza sulle nostre abitudini e sulla nostra stessa genetica sono stati Matthijs Engelberts (dell'Università di Amsterdam), Dolores Romero López e Amelia Sanz Cabrerizo (della Complutense di Madrid), Bernadette Wegenstein (University at Buffalo) e Kathleen Komar (UCLA- Los Angeles). Le comparatiste spagnole hanno, in particolare, risvegliato l'interesse dei colleghi definendo la venuta dell'ipertesto come un "cambio paradigmatico", seguendo la terminologia di Thomas Kuhn. La Romero López ha inoltre profetizzato il cambiamento "genetico" che l'uso del computer comporterebbe al nostro cervello, sottoposto a continui stimoli da parte della realtà virtuale che sempre di più invade le nostre abitudini sociali e private. Intervenendo dal pubblico, Ziva Ben Porat, dell'Università di Tel Aviv, si è dimostrata scettica sulla reale possibilità dei nuovi media di attuare modifiche sul dna umano, ma ha concordato con le colleghe spagnole circa la prepotente avanzata della tecnologia informatica nei processi cognitivi delle nuove generazioni: gli studenti maneggiano internet e i supporti intertestuali con una facilità e una confidenza che i professori faticano ad apprendere: in questo senso il docente si ritrova in una posizione di difficoltà rispetto all'utilizzo dei nuovi mezzi di comunicazione.
Le strutture ipertestuali si stanno convertendo nel sistema di pensiero più largamente diffuso e, in un prossimo futuro, è lecito pensare che l'ipertesto soppianti la visione lineare, consequenziale e finita che ha dominato i secoli scorsi. Se è pur vero, come ricorda David Kolb , che la struttura ipertestuale risale addirittura al medioevo, con il Talmud, la vera era dell'ipertestualità ha inizio con noi. Il mondo virtuale invade i nostri spazi al punto di influire nei nostri processi cognitivi. Ma non dobbiamo sentirci esclusivamente "vittime" dell'incessante avanzare della tecnologia che, giorno dopo giorno o, addirittura, ora dopo ora, rende obsolete le nostre abitudini: possiamo invece utilizzare l'ipertesto come un nuovo e potente strumento didattico. Questa la proposta delle docenti spagnole che hanno presentato a Venezia i risultati della loro esperienza nella creazione di un sito di letteratura comparata per la loro Università: il LEETHI, un sito costruito facendo perno sui fondamentali concetti di frammentazione e simultaneità. Elementi, questi, che peraltro hanno da sempre costituito le basi della ricerca comparatistica.
L'ipertesto è, secondo la definizione di Caterina Davinio, "un tipo di scrittura caratterizzata da aperture - che sono contemporaneamente vettori di spostamento nello spazio virtuale -, da mancanza di un ordinamento lineare, da accessi multipli" . La descrizione oggettivata di questa struttura adottata da internet è sintetizzata da Amelia Sanz Cabrerizo dall'immagine dell'universalmente noto "cubo di Rubik", misterioso e seducente oggetto che tutti, almeno una volta, abbiamo avuto in mano e, ruotando freneticamente le fila di dadini colorati, abbiamo cercato di portare a termine, riunire il colore per carpirne il segreto. Ogni faccia di ogni dado può ruotare orizzontalmente e verticalmente, combinarsi con le altre creando nuove associazioni di colori e solo i più pazienti riusciranno a completare, con un solo colore, un'intero lato del cubo. Il cubo di Rubik chiama in causa il suo manipolatore, lo coinvolge direttamente nel processo di creazione, richiede la sua partecipazione attiva: è un oggetto che si anima solo se sfiorato dalle mani di chi lo può e lo vuole usare. Allo stesso modo l'ipertesto di un sito è una realizzazione che richiede un visitatore, che chiede a viva voce di essere percorso: esso è per sua natura dialettico, interattivo.
Del ruolo sempre più attivo dello spettatore nell'arte ha parlato, nell'ambito del congresso, anche Bernadette Wegenstein, fornendo interessanti esempi sul ruolo degli "emerging" media nella creazione artistica. La studiosa ha sottolineato come le proposte audiovisive, ma anche l'architettura, ricerchino sempre di più l'impulso dell'osservatore, non come mero "destinatario" dell'opera, ma come co-creatore. Esempio di arte che si avvale di ipertesti informatici è la Poetry Machine del tedesco David Link, un generatore di testi poetici che sfrutta l'idea di simultaneità e di arbitrarietà che ricordano molto da vicino le proposte futuriste e dadaiste. Altra operazione artistica affine alle ultime tendenze multimediali è l'idea dell'americana Mary Flanagan che ha creato un software che, scaricato sull'hard disk di un computer, seleziona casualmente e ripropone sullo schermo immagini, file e suoni estratti dal disco rigido dell'apparecchio: una sorta di tempesta di parole e stimoli "depositati" nell'inconscio del computer e "risvegliati" dall'opera artistica, una cernita arbitraria e fortemente evocativa, molto simile al processo della memoria umana. Una creazione artistica assimilabile anche al sogno, nel puro stile surrealista. Ma nemmeno l'autore dell'opera ha un reale potere sul risultato finale: egli mette semplicemente in moto un meccanismo che è la macchina a portare a termine; è la post-umanizzazione dell'arte, la dissoluzione del corpo e della volontà che lo muove verso un fine prestabilito. O è forse l'umanizzazione della macchina, il suo scoprirsi impercettibilmente simile a noi. La mostruosità, l'alienazione di internet non è disumana, è tragicamente umana. Motivazioni costitutive, genetiche, legano il sito al nostro destino: come noi esso è in un continuo stato di precarietà: si muove, cambia, cresce esattamente come un essere umano. A differenza del libro, oggetto concreto e finito, a cui abitualmente accediamo seguendo uno sviluppo lineare e conosciuto (a parte i casi in cui lo scrittore ha voluto dichiaratamente farci accedere al romanzo dal centro, o dalla fine), l'ipertesto conserva poche unità stabili, a volte nessuna, mentre gli elementi che fluiscono e si combinano in infinite varianti sono i più diffusi. La struttura ipertestuale è dunque multilineare, aperta, reticolare e infinita. Essa rifiuta gli spazi chiusi e, come la letteratura comparata, si spinge oltre i limiti angosti degli insiemi circoscritti per sforare le frontiere. La prospettiva ipertestuale è una prospettiva comparatista per definizione e come tale ha, come unico limite, il criterio di selezione della persona che vi accede. Il sito del LEETHI ha previsto quindi una serie innumerevole di possibili percorsi, diverse soluzioni d'itinerario che l'utente può liberamente scegliere. Il monitoraggio del web master registra, tuttavia, l'attività degli utenti nel sito, osservando i documenti e i percorsi più frequentati.
La struttura ipertestuale può essere un supporto utile non solo nella didattica della letteratura, ma anche nella configurazione e diffusione di un nuovo prodotto letterario: l'ipertesto narrativo o poetico. Un esempio di affermato successo letterario sottoforma di ipertesto è l'opera di Shelley Jackson "Patchwork girl", citato da Kathleen Komar nel suo intervento conclusivo in questo pomeriggio di dibattito sul ruolo della letteratura nell'era informatica. Dopo essersi dichiarata "tecnofobica" la comparatista ha raccontato al pubblico la sua prima esperienza di contatto con l'ipertesto della Jackson, fortemente raccomandatole da una sua studentessa più avvezza ai supporti informatici. La Komar narra, dunque, con lucida ironia, l'approcio dapprima difficoltoso con l'ipertesto e la persistenza della vecchia abitudine di voler leggere in ordine sequenziale le diverse "parti" che, infinitamente combinabili, compongono l'opera, un continuo "work in progress", un agglomerato patchwork come lo stesso corpo della protagonista. Non è più il narratore a presentare gli eventi del romanzo secondo una sua coscienza (onniscente o meno, sincero o ingannatore, con elementi prolettici o analettici), ma il lettore è affidato alle casuali combinazioni della sorte: non è la volontà dello scrittore a creare un percorso guidato per il lettore, ma è la ciber-coscienza disumanizzata del computer che si pone di fronte all'utente, slegato da una qualsiasi logica nella scelta dei tasselli che compongono un rompicapo senza soluzione, perchè ogni composizione è possibile, e nessuna è quella giusta. L'autrice di "Patchwork girl" frustra in questo modo qualsiasi desiderio di completezza e unità: l'ipertesto non è quasi mai sondabile a fondo, limitabile ad un compiuto numero di varianti; la sua forza sta nella sua illimitatezza. Non sono le varie parti scritte dall'autrice a creare il racconto, ma è il fluire delle varie scene associate casualmente tra loro che da significato alla storia: il flusso ne crea il senso, come il sangue infonde la vita ai blocchi altrimenti inerti che formano l'organismo umano. Shelley Jackson, nell'opera in cui ricrea la versione femminile dell'eroe di Mary Shelley (e, come fa notare la Komar, la coincidenza dei nomi non è casuale), consegna ai suoi lettori solo lo scheletro della storia e lascia a loro il compito di darle senso leggendola: è solo la lettura a concludere l'opera, a ricrearla, diversa, ogni volta che qualcuno si accinge a scoprirla.
L'ipertesto e i nuovi mezzi informatici ci prestano dunque nuovi supporti per contenere l'arte e diffonderla e ci obbligano, fin d'ora, a ripensare le nostre categorie estetiche e interpretative consci della nostra ormai inevitabile appartenenza al villaggio globale in cui non siamo altro, forse, che un elemento intercambiabile delle infinitamente combinabili parti di questo ipertesto in cui ci ostiniamo, inconsapevoli, a vivere.
(publicado en revista Ermeneutica Lettararia, Italia)

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